Acabo de llegar de Barcelona. Fue un viaje cansado. El mérito hay que atribuirlo a los señores controladores aéreos, aunque no son los responsables de la derrota gijonesa en el campo de Cornellá-El Prat. De todas formas, el estado de alarma o de excepción, como se decía antigüamente, vale también para la planta noble de Mareo.
El Sporting no mereció perder, pero el equipo de Preciado es víctima de sus carencias. Defensivamente mantuvo el tipo de una forma aceptable, pero ofensivamente perdió otra gran oportunidad de alejarse del pozo en el que ahora está metido. Un error defensivo, un despiste de los centrales en un balón inesperado permitió a Luis García encauzar el partido para el Espanyol cuando menos lo esperaba y cuando menos lo merecía.
Ofensivamente este equipo tiene unas carencias enormes. La falta de acierto cuesta muy cara. Sangoy pudo encauzar el partido y De las Cuevas tuvo una gran ocasión de inaugurar el marcador. Me decía un colega barcelonés que, en condiciones normales, este partido hubiera acabado 0-2, pero entre la racha espanyolista y las carencias rojiblancas lo dejaron en otro decepcionante 1-0.
Diez puntos en catorce jornada y once goles marcados, con un autogol y cuatro penaltis, es motivo de una profunda preocupación. La única solución momentánea es ganar al Levante. No cabe otra.