La derrota del Sporting en Cornellá produjo cierto desencanto, más que nada porque se suma a las dos anteriores, frente a Osasuna y contra la Real Sociedad, en tres encuentros en los que los gijoneses podían haber sumado puntos, lo que hubiera permitido estar ahora en una situación más tranquila.
Las estadísticas son más preocupantes, porque da la sensación de que este Sporting de Preciado no sabe ganar. Las estadísticas pueden prepararse como convenga a cada cual y en cada momento, según lo que quiera expresar, aunque las que valen ahora son las de esta temporada, en las que se sumaron dos triunfos en catorce partidos, lo que es un pobre balance.
Por merecimientos, el conjunto gijonés mereció más, pero la realidad es la que es, sin que las elucubraciones de lo que pudo ser y no fue tengan validez.
Preciado, que sorprendió con un derroche de optimismo a su llegada, allá por el verano de 2006, fue elevado a la categoría de héroe local tres el ascenso y la primera permanencia. En la campaña pasada ya empezaron a salir a la palestra algunos detractores que no comulgan con sus ideas y en la actual proliferan más. Al menso, se dejan escuchar más los que están en contra que los que están a favor.
El domingo viene el Levante, un rival directo en la lucha por la permanencia, un recién ascendido y con menos presupuesto, que, además, visita un campo temible por todos estos equipos teóricamente pequeños temen por la presión ambiental. El debate sorbe la situación de Preciado debería quedar aparcado en este momento. Es el entrenador que prepara y va a dirigir el equipo el domingo, en un partido en el que los tres puntos son más importantes de lo que pueda pensarse.
Cierto es que en el partido del domingo una derrota no significa el descenso, ni un triunfo la permanencia, pero verse hundido con una distancia de separación con los puestos de permanencia pesan como una losa. Por eso, es más conveniente hablar sólo de la visita del Levante, de la necesidad de ganarlo y de hacer que El Molinón sea una auténtica olla a presión, como soportaron el Éibar o el Recreativo, por poner dos ejemplos cercanos. La solución está en que la grada apriete, el técnico dé co la tecla de la alienación y los ‘artistas’ jueguen como lo hicieron contra el Real Madrid, mentalizados todos que ante el Levante sólo vale sumar tres puntos.