Cuando se pierde un partido de la forma en la que el Sporting fue derrotado por el Málaga es lógico que cunda el pesimismo. El equipo de Preciado ofreció ayer su peor versión, sin ideas y sin sentido. El descalabro posicional del segundo tiempo clama al cielo, con medio equipo fuera de sitio.
Ver la clasificación empieza a sembrar cierto vértigo, porque la distancia con las posiciones de permanencia empieza a hacerse cada vez más larga. Caer en la disculpa de que falta mucho tiempo y que los demás están a partido y medio es tan peligroso como irreal.
El gol del empate, que desniveló el partido, llegó en la enésima estrategia. Era el minuto 45. Un momento clave. Preciado dice que criticar a su auxiliar Josep Alcácer por parte de quienes no conocemos su trabajo es mala baba. En su momento se explicó que venía para reforzar el aspecto de planificación táctica y las estrategias. Soportar el rosario de errores defensivos a balón parado y la inoperancia ofensiva no sé que tipo de baba será, si buena o mala, pero les aseguro que es desesperante.
Lo que está claro es que ese equipo necesita soluciones, después de una planificación errónea y con una plantilla descompensada. El consejo debería analizar si Preciado está en disposición de sacar esto adelante, para lo que debería exponer argumentos sólidos, no lamentaciones. En caso contrario, está más claro que habría que buscar otro técnico, parcela que correspondería a Emilio de Dios, pero dada la vinculación tan amistosa con el entrenador y el convencimiento de que el cántabro es el mejor, difícilmente tomaría esa decisión.
Quedan dos partidos para acabar la primera vuelta. Urgen las soluciones. El problema está en que el consejo cree conveniente el relevo, pero hay temor a dar el paso, porque nadie asegura el éxito, que no es otro que la permanencia. Si pudiera ser con Preciado, fenomenal, pero hay que afrontarlo ya, sin más demora. Y si la confianza está perdida, podría ser más peligroso mantener la situación actual.