El miércoles fue otro día cruel para la vida de Manolo Preciado. Había acabado el entrenamiento, estaba atendiendo unas grabaciones de un video clip cuando tuvo que interrumpir la sesión por una urgente llamada telefónica de su hermana. Su padre había sufrido un accidente con consecuencias mortales.
El míster rojiblanco tuvo otras experiencias crueles con el fallecimiento de su mujer, víctima de un cáncer, y poco después de uno de sus hijos, en un trágico accidente de moto.
Tengo que confesar que envidio su carácter, su forma de afrontar las adversidades después de estas bofetadas que le dio la vida y que volvió a repetir ayer con su progenitor.
No nos olvidamos del fútbol, porque el domingo hay un partido importante, pero me permito hacer un alto en el camino y pensar en Preciado, en el mal momento que atraviesa. Seguro que sus artistas querrán homenajearlo como se merece ante el Espanyol con una victoria y la grada va a sumarse a las condolencias con un aplauso, además de mantener un silencio sepulcral en el minuto de silencio. Desde aquí un abrazo muy fuerte.