De sorprendente se puede calificar la postura del Barcelona en el intento de fichar a José Ángel. El club azulgrana debería conocer las negociaciones que el Sporting había tenido con el Málaga, para tener una referencia de las pretensiones del club gijonés en un posible traspaso del jugador de Roces.
La ridícula oferta sólo tiene como explicación que el club azulgrana cambió de criterio en el plazo de diez días sobre su intención del fichaje de José Ángel. En este caso hubiera sido más elegante haber evitado el viaje del presidente y del director general del Sporting a Barcelona para nada.
En este caso, el Barça dio imagen de prepotencia. Primero llega aun acuerdo con el jugador y luego cita en las oficinas del Camp Nou a los dirigentes rojiblancos, cuando el comprador debería ser el que se trasladara. Más tarde, al divulgarse el interés barcelonista, a las ocho de la mañana, por medio de un telefonazo, anula la reunión del día y una semana después los cita de un día para otro, para presentar una oferta inaceptable.
Vega-Arango opta por la prudencia y elude cualquier tipo de crítica, por aquello de evitar una lucha contra otro grande. Es una lección de elegancia para los que están en la cúspide mundial del fútbol y que deben pensar que tener la Champions permite que se genere alguna postura de superioridad. Me niego a pensar que el fútbol tenga que ser así. Ser el mejor no está reñido con la elegancia.