Llega el Getafe, un equipo con una plantilla confeccionada para luchar por meterse e la Liga Europea. Esa es la teoría, porque en la práctica las cosas no salen como se pensaban.

            Este Getafe que el domingo visitará El Molinón a la hora del café es un equipo que tiene capacidad para asustar por algunos nombres de su alineación, como puedan ser Diego Castro o Güiza, por citar algunos ejemplos de teóricos goleadores, que son la principal amenaza en el fútbol. Sin embargo, en un análisis de su trayectoria, se observa que la delantera funciona de una forma irregular, que el centro del campo brilló con autoridad en un partido y la defensa no es tan fuerte como la habían diseñado.

            El Sporting de Preciado tiene dos caras. Incluso las muestra en un mismo partido. Algunas veces empieza con la de ganar y luego enseña la que no gusta, la que pasa apuros, la que pierde la concentración, la que empezó la competición.

            Los propios jugadores rojiblancos saben que cuando afrontan los partidos con agresividad y bien centrados es difícil que se les escapen los puntos. Ante el Getafe, un triunfo significaría un alejamiento de las posiciones de descenso, no excesivo, pero sí lo suficiente para que anímicamente no tenga una influencia negativa y, además, permita tener un colchón de ventaja para cuando llegue a Gijón el Real Madrid, que es el único rival con cierta superioridad que falta por tener enfrente en el tramo final del año.

            En un horario extraño, como el de antes de los 70, cuando aún no había iluminación en los estadios, salvo cuatro excepciones, el Sporting recibe a un Getafe al que se le puede ganar. Al menos, el león no es tan fiero como lo pintaban en agosto.