El Sporting perdió la final de Granada por dos errores impropios de un equipo de la Liga de las Estrellas. Que a los dos minutos de iniciado el partido, después de un desajuste defensivo, la barrera se abra en el saque de una falta, es para jurar en hebreo, pero el desequilibrio en las posiciones defensivas en el segundo gol no tiene ninguna justificación.

No me gustó el Sporting del primer tiempo, muy distante del que se empleó con intensidad ante el Sevilla, lo que le sirvió para ganar el partido. El Granada fue mejor que el Sporting, pero el equipo gijonés tiene potencial para ser mejor que el conjunto andaluz. Eso es lo que más rabia da cuando se está en una situación tan complicada. El segundo tiempo fue algo mejor, o, mejor dicho, menos malo.

El equipo de Clemente demostró ser excesivamente blando. Salvo Gálvez enseñó los dientes. El resto no tuvieron agresividad. Y así es difícil luchar por la permanencia. Y si se suma la ausencia de concentración en momentos puntuales y los errores en jugadas aisladas, sólo queda pensar en que hay que incentivarse para afrontar el partido contra el Mallorca como se hizo en la visita del Sevilla. Ya no hay margen para casi nada, por lo que conviene no ser tan blandos, ni tan pardillos, dicho sea con cariño.