La imagen del Sporting en Getafe es la gota que colmó el vaso de una temporada decepcionante. El conjunto gijonés no estuvo a su altura y, además, dio la sensación de tirar la toalla, con una actitud que no responde a la defensa de una camiseta como la rojiblanca.
Ni Preciado dio con la tecla, ni Clemente logró enderezar el rumbo de una plantilla descompensada, aspecto que se conocía desde el pasado verano, cuando se confeccionó por parte del antiguo director deportivo, con el beneplácito del consejo. No es algo que pueda descubrir ahora el técnico vizcaíno, ni tampoco puede servir de disculpa en una trayectoria que es traumática.
Uno de los problemas añadidos es que se rompió la paz social. Si apreció en Getafe y hay un clima de amargura por la situación que parece que se dejará ver en los próximos encuentros, sobre todo los que faltan por disputarse en El Molinón. Es el peaje por la anticipación de un descenso que no se esperaba al principio, pero que es consecuencia de las cosas que organizaron erróneamente y a destiempo. Estamos en tiempo de fuerte borrasca.