Si en Getafe hubo censuras a la actitud de los jugadores rojiblancos, después del partido ante el Levante es de justicia destacar la entrega y el buen juego ofensivo, ante un rival que cierra muy bien los espacios y que es bastante pegajoso. El Sporting puso intensidad y agresividad en el juego, que la base de la victoria, en un partidazo espectacular de Lora. Se echó el equipo a sus espaldas y contribuyó a que los tres puntos quedaran en Gijón. El problema es la defensa. Demasiadas facilidades con mucha nerviosismo. Los que acabaron el partido son los mismos que la pasada campaña fueron los menos goleados de Primera, después del Barcelona y del Real Madrid, pero el estado de forma no es el mismo, ni mucho menos. Ahora la excepción es Lora.
La crisis social es palpable, pero no es buena para el equipo. Me dolieron especialmente los abucheos a Canella, uno de los pocos chavales de la cantera. Un error o una mala racha no justifica una postura de tanto rechazo a un futbolista de la plantilla, sobre todo en unos momentos en los que está en juego una lejana permanencia, pero con posibilidades. El sueño es posible y está permitido.
Clemente fue protestado por los cambios, pero en el fútbol manda el balón y los resultados. La entrada de Sangoy fue determinante, aunque guste más el juego o la dedicación de Barral. En ese aspecto, Preciado tuvo otro trato, porque nunca se le recriminó nada, ni que haya tirado partidos o haya despreciado la Copa del Rey. También el máximo accionista tuvo ‘recuerdos’ de un sector de la afición. En una SAD impera el poder del dinero y José Fernández posee la mayoría del accionariado. Si en 1992 toda la masa social del Sporting hubiera completado la suscripción, a estar horas no habría un dueño único, aunque no por ello deja de ser lícita la protesta.
Lo que realmente importa ahora es que hay que esperar. Ganar en el Bernabeu parece un imposible, pero no está todo perdido. Se permite soñar.