Viene el Lugo. Es un recién ascendido, con un presupuesto que ronda la tercera parte del que tiene el Sporting. Y llega a Gijón como uno de los equipos que aún no conoce la derrota, para visitar a un favorito que, sin embargo, no sabe lo que es ganar. Parece un contrasentido, pero es la realidad.

El conjunto lucense afrontará el partido de El Molinón con la intención de crear problemas, de cerrarse atrás y de no permitir espacios en el centro del campo a un rival que, con bastante más calidad teórica, tendrá que ingeniarse la fórmula de romper el dispositivo de los gallegos. Pero, al margen de cuestiones tácticas, que le toca planificar a Manolo Sánchez, los rojiblancos están obligados a salir con un plus añadido de lucha, que no siempre se vio en los tres partidos disputados. Hasta ahora se apreciaron fases en los partidos en las que los ‘artistas’ daban la sensación de que se creían que pueden ganar sin bajar del autocar. Eso ya no se lleva.

En su intervención semanal, el entrenador reclamó públicamente una entrega total. El que se duerma irá al banquillo. O quedará en la grada. La agresividad y la entrega son valores mínimos que tienen que ponerse en el terreno de juego. Por eso el Lugo llega invicto. También puede ser un motivo que explique la falta de victorias en los gijoneses. Sería conveniente que el vestuario se convenza de que ganar al Lugo es una obligación.