El Sporting ya sabe lo que es ganar en la Liga, pero fue un triunfo sobre el Alcorcón con un sabor extraño. Una vez más, el conjunto gijonés regaló el primer tiempo. El espectáculo ofrecido por los rojiblancos en los primeros 45 minutos rayó la desesperación, sobre todo después del gol de los alfareros.
Es posible que la alineación haya tenido un sentido teórico bueno, pero en la práctica no parecía muy lógico ver a Trejo de centrocampista, con Álex Barrera más adelantado, casi sin tener definidas las posiciones. David, fuera de sitio, no arranca, pero dio muestras de su sentido del gol cuando se va al centro.
Lo que sigue siendo desesperante es el nivel defensivo del equipo. Las llegadas de los rivales al área gijonesa son sinónimo de nerviosismo permanente. Es un problema que ya se vio en la pretemporada. Por cierto, el cuadro técnico ya asume como un error no haberse desgastado por un defensa antes del cierre del mercado de verano. Las correcciones llegarán para enero.
Lo más positivo son los tres puntos sumados ante un rival compacto, bien trabajado, que dio más sensación de equipo que el Sporting, aunque sin nombres de relevancia en sus filas. Pese al triunfo sobre el Alcorcón, los defectos del Sporting se mantienen vivos. Es conveniente que los árboles permitan ver el bosque. Manolo Sánchez tiene que seguir aportando soluciones. No es fácil.