El partido ante la Ponferradina acabó de la peor manera posible. Y de la más inesperada. Desde el inicio se vio algo raro en el funcionamiento del equipo gijonés. La variante aplicada por Sandoval, con Juan Muñiz en la banda derecha, a pierna cambiada, no dio el resultado apetecido, porque dejó desdibujado el estilo que se venía aplicando.
El empate dejaba insatisfechos a los aficionados rojiblancos, pero la derrota fue un jarro de agua fría que ahora habrá que superar de alguna forma. El estado anímico pasa a ser lo más preocupante, cuando, además, los márgenes de mejora se reducen y la cruda realidad obliga a pensar en no verse cogido por los de abajo, después de haber analizado una y otra vez que la plantilla está confeccionada para pensar en metas más altas.
Tal vez sea el bajón que provoca la derrota ante la Ponferradina, pero ahora no cabe pensar en más objetivo que la permanencia. El Sporting de Sandoval, como antes el de Manolo, da la sensación de que no sabe a qué juega. La pócima aplicada por el técnico madrileño dio buen resultado dos jornadas, más una de Copa. Algo no funciona. O mucho. De momento se aprecia que el equipo hace una transición por la nada. Ese no es el camino.