En el seno del Sporting ya se piensa en la planificación de la próxima temporada en Segunda, sin que se tenga en cuenta que el play off todavía es posible. Esa creencia sólo la hay en el vestuario, al menos de cara a la galería, con una postura similar a la de agarrarse a un clavo ardiendo.

Las matemáticas son lo único que le queda a Sandoval. Ganar todos los partidos, rezar y esperar. Así de crudo y así de claro, después de una temporada desastrosa, en la que el rendimiento de los jugadores y de los técnicos no dio la talla en consonancia con sus teóricas valías y la inversión realizada por un club que tiene maltrecha su economía.

A Sandoval le molesta que se ponga en duda su continuidad, ya que se la ganó con su trabajo. Es su expresión. Lo que no debe sorprenderle es que el anuncio de su continuidad pueda considerarse que se hizo en un momento poco oportuno y, además, por dos temporadas, cuando en este club sólo se hacían por una campaña, con opción a una segunda, en función de sus méritos. Ahí está el caso más cercano de Preciado. Hubiera sido más lógico esperar al final de la competición y, en función de la clasificación, estudiar el futuro del entrenador, con la base de una campaña, con opción a una segunda, fundamentada en objetivos.

Ahora, la realidad es la visita del Hércules, al que es preciso ganar, para que el vestuario siga agarrado a un clavo ardiendo.