El Sporting de Abelardo tiene unas virtudes que le permiten esconder sus limitaciones. Es un equipo que compite. Los rojiblancos saben aplicar intensidad a su juego durante los 90 minutos de cada partido. Lo hacen con agresividad y buscan la máxima concentración, lo que hasta ahora les dio buenos resultados.

A ello se suma la condición de invicto, único de la categoría, y de equipo complicado como rival, lo que aumenta el respeto de los contrarios, pero sin ser un síntoma de confianza en las filas propias. De todas formas, es obligado reconocer que hay varios conjuntos que tienen un potencial teórico superior, como son el Valladolid o el Betis. También parece que tienen más Las Palmas y Osasuna, sin olvidar al Recreativo y al Zaragoza, pero la lucha sobre el tapete es otra. Los navarros están en una situación bastante complicada, con la mitad de puntos que los gijoneses. En cambio, el Girona, que en Gijón pudo y mereció perder, está de líder, sin que parezca que su potencial sea mayor que el que tiene el Sporting.

Las teorías pueden tener alguna razón, pero no son del todo fiables. Basta recordar que en la campaña anterior, el Sporting tenía la mejor plantilla de la categoría para haber logrado el ascenso. No hace falta recordar el final de la competición, los numerosos tropiezos desde la primera jornada, ni los puntos regalados a lo largo de la temporada.

Los partidos tienen lecturas en función de los resultados. El gol de Carlos Castro el pasado domingo permitió que se mantuviera un moderado optimismo en el futuro del Sporting. El punto de vista seguirá así mientras conserve la posición en la zona alta. De momento, las sensaciones son buenas.