Hace algo más de un mes se pronosticaba en el seno del Sporting que la transacción de las acciones de la familia Fernández iba a quedar rematada antes de las fiestas navideñas. Sin embargo, a punto de llegar el final del año no hay nada definido.
Tal vez sea una coincidencia, pero el panorama cambió tras el regreso del verdadero dueño de las acciones a su domicilio gijonés. La alternativa alemana, la que el vicepresidente llama ‘grupo inglés’, no enseña el dinero anunciado y sus nuevas propuestas sembraron una desconfianza que se palpaba con demasiada claridad fuera del club.
La fortuna del Sporting es que el club conserva una imagen de atractivo que mantuvo en el candelero a las otras dos opciones compradoras que Javier Fernández había descartado públicamente, que no de forma interina o privada. Tal vez haya sido una inteligente estrategia, para no quedar sin compradores.
En las últimas horas parece que se reanudaron los contactos con el grupo de José Alfredo Reygadas, mientras que el planteamiento del ex futbolista Luis Pereira está pendiente de algunas matizaciones, si bien la relación es muy estrecha. El pasado lunes, el club pagó a Hacienda con obras de arte del empresario gallego afincado en Suiza.
En cualquier caso, las negociaciones llevan una considerable demora. El enfoque de la gestión de la venta del paquete accionarial que faculta el control del Sporting no fue el adecuado. Los plazos establecidos con cada una de las tres alternativas provocaron unos retrasos evitables, que, a su vez, provocan serios inconvenientes.
Desde la próxima semana, los jugadores que acaban su contrato en junio ya tienen la posibilidad de negociar su futuro con otros clubes, a la espera de escoger al mejor postor. En esa situación se encuentran Sergio, Juan Muñiz, Cuéllar, Álex Serrano, Iván Hernández y Hugo Fraile. Sin duda, el caso que más urge es el del centrocampista avilesino, pieza fundamental en el Sporting actual.
Sin embargo, aunque Raúl Lozano tiene un minucioso estudio hecho, la toma de decisiones deberá esperar a que llegue el nuevo dueño, a quien le corresponderá marcar las directrices, aunque en el caso de Sergio no hay ninguna duda.
Otra repercusión negativa del retardo es la convocatoria de la junta de accionistas, por cuestiones legales. El actual consejo será sustituido antes de la celebración. Al menos, eso parece, salvo el caso de Antonio Veiga, cuya salida, por iniciativa propia, lleva varios meses aplazada, por el ruego de la actual propiedad. Resulta más importante solucionar la falta de liquidez, con retrasos en el pago de nóminas al personal y la deuda arrastrada con los jugadores, pero para eso hace falta otro dueño.
Desde que se iniciaron los contactos en agosto con Reygadas y en octubre con Pereira se perdió mucho tiempo. La presencia del ‘grupo inglés’ parece que sólo sirvió para marear la perdiz. El Sporting no está para devaneos. Hay prisa para que se produzca el cambio. Con más retrasos sólo se mantiene un incoherente estado de colapso.