Tal vez sea cierto eso de que el cielo puede esperar, como reza el título de una afamada película, pero de la forma en la que el Sporting está luchando por el ascenso es una espera no apta para cardíacos.
El sportinguismo confiaba en que se repitiera la gesta de 1977, cuando el Sporting aseguró el ascenso en la penúltima jornada, con un triunfo a domicilio. Aquella vez fue en Oviedo, con los históricos goles de Quini y Ferrero. Se quería la gloria ya. Fue espectacular la invasión rojiblanca en Castellón, las gradas de Castalia, las fachadas engalanadas de Gijón, los decorados de los bares, cafeterías y sidrerías. Hay demasiada ilusión en torno a todo lo que huele a Sporting.
Sin embargo, el encuentro de Castalia me recordó el de Cádiz en 1982, cuando el equipo gijonés perdió en el Ramón de Carranza en plena lucha por la permanencia. La derrota en el campo gaditano provocó una desolación similar a la que vivimos en Castellón. Aquella vez, en el último minuto, el Valladolid empató en Las Palmas, lo que dejó a los rojiblancos en una situación de dependencia de sí mismos. Un triunfo sobre Las Palmas en el último encuentro era seguir en Primera. 4-0. Doria, el primero, de falta. Gomes, los dos de su despedida. El otro fue de Jiménez.
La alegría a los rojiblancos que transmitió la radio con el empate del Valladolid en el desaparecido Insular no tuvo nada que ver con los dos del Alavés que dieron la vuelta al partido en dos minutos. La celebración fue como si se tratara de una victoria propia, con baños espontáneos en Begoña y con la invasión al césped de Castalia.
A veces es bueno vivir de recuerdos para estimularnos, sobre todo después de una situación de sufrimiento que deja huella. Del partido de Castellón podríamos hacer muchas críticas. Y duras. Pero no creo que sea el momento. Ahora el objetivo es ganar a un Eibar que vendrá untado hasta las cejas. El Castellón tenía 600.000 euros. Es lo que le ofrecieron, otra cosa es que se lo paguen, aunque ese no puede ser un problema para el Sporting. Lo de las primas de sus rivles no debe pasar de una mera anécdota. Esta vez El Molinón se llenará solo. Me dicen que hoy, lunes, a las nueve y media de la mañana había más de un centenar de aficionados a la cola para comprar unas entradas que aún no se sabe cuándo van a ponerlas a la venta.
Del Eibar se hablará mucho esta semana, pero hay una cosa muy clara, que los artistas rojiblancos, esta vez no pueden fallar.