La ambición en los jugadores es un factor positivo. Esa puede ser la lectura de los efectos del penalti señalado el pasado domingo, cuando Bilic cogió el balón como primer especialista. El croata se encontró con Diego Castro, que también quería lanzarlo, por haber sido el protagonista de la jugada de la infracción del defensa numantino. Pero también apareció Barral, quien no asume el papel de goleador en un segundo plano, al ver minimizada su presencia por la habitual titularidad de Bilic.
Si la ambición es positiva, la imagen que se transmitió el domingo en esa acción no fue buena. Fue necesaria la participación de Sastre, para ejercer de capitán y poner cordura a base de galones.
Barral anuncia que volverá a coger el balón si se produce un penalti y crea una pugna personal con Bilic, que no viene a cuento y en la que el croata no entra. Demuestra ser más inteligente. El gaditano no mide esa ambición, lo que le provoca tensiones con más compañeros, además de haber recibido varios tirones de orejas en el club por hechos que no gustaron. Es la segunda ocasión en la que pasa algo similar con el lanzamiento de un penalti. El precedente fue en Ponferrada, con Omar como compañero de disputa, hace dos temporadas, pero hay otros detalles en el juego, con marginación en los pases, lo que puede repercutir en el equipo.
En estos momentos en los que la trayectoria es extraordinaria, con un buen ambiente, no es procedente que haya tensiones tan absurdas como innecesarias. Preciado tiene que cortarlas de raíz. Y no vale eso de que ‘Barral es como es’. Mantener la ambición, la tensión y la intensidad en el trabajo es recomendable, pero convertir la competencia en rivalidad interna no es aconsejable. El míster sabrá lo que hace, pero tiene una papeleta que deberá resolver.