Acabo de llegar de Santander, con mal sabor de boca. Perder de carambola no es agradable. El Racing no fue mejor que el Sporting, aunque el equipo de Preciado no fue el mismo de Mallorca o de Coruña. Y peor sabor te queda cuando vienes en coche, escuchando la radio y en este país parace que sólo juegan Higuaín y Eto’o, que sólo existen el Real Madrid y el Barcelona.
Eché en falta a Carmelo. Y me pusieron de los nervios algunos despejes excesivamente tranquilos de Sastre, Neru y Canella. Más de uno acabó con el balón en el pie del contrario. Contundencia se llama la ración que se necesita. El centro del campo estuvo trabajador en el primer tiempo. Luego parecía más cansado que los del Racing después de dos partidos se mucha tensión y desgaste.
La delantera estuvo desdibujada. Recibió poco juego y no se supo finalizar. Diego Castro es el que marcó la diferencia en esos detalles, pero tampoco acabó las jugadas en plan. ¡Qué pena la última jugada! Mereció ser gol.
Esperaba más del partido, porque el Racing no dio sensación de equipo. Es fácil de entender la espantada de Marcelino. Es un club un tanto especial. La tomadura de pelo a las peñas se consumó con la ‘pérdida’ de las entradas que dos peñas no tenían preparadas después de haber enviado el pago. Y no digamos el comportamiento del equipo de seguridad propio del club. Lo siento por Preciado, que tan bien habla de su Racing. Tiene razón Mariano Fernández Prendes, pero lo que dijo no puede salir de la boca de un consejero. Ese es el problema, no que dijo la verdad a la que se suma lo que sufrieron algunas peñas que no fueron bien tratadas. Por el Racing. No por Santander.
Se perdió una buena oportunidad ante un pequeño Tourmalet que se avecina, con el Valencia, el Betis y el Espanyol.
PD.: El Ayuntamiento se decide a hacer una reforma importante, con una inversión de 30 millones de euros. Habrá tiempo para hablar, pero con el recrecido de la tribuna Oeste, o sea, la tribunona.