Acabo de regresar de Málaga. El partido no me gustó. El Sporting tuvo poco acierto en ataque y el Málaga aprovechó un testarazo para desequilibrar el marcador. El Málaga tampoco hizo nada especial, pero demostró más potencia ofensiva y, sobre todo, contundencia defensiva.

Hay un aspecto que me preocupa: el individualismo atacante. Ya no es cosa de Barral o del estilo peculiar de Diego Castro. Se suma Maldonado y también Bilic muestra cierta ambición personalista. En La Rosaleda no se tiró a portería. Las llegadas fueron descompensadas y sin sentido del juego colectivo. Un toque de atención no estaría de más, sobre todo en un mes clave para encauzar la permanencia. Todavía queda mucho por remar.

Las ausencias por sanciones o lesiones afectaron más al centro del campo, aunque Carmelo se nota cuando falta.

En La Rosaleda hubo un regalo defensivo que fue suficiente para que el Málaga dejara los puntos en casa. La defensa ejerció de rey. No hay nada que lamentar, porque no se puede ganar cuando no se mira a la portería rival.