En el fútbol hay cosas que son fáciles. Poner a los mejores y en su sitio suele dar mejor resultado que los experimentos. Preciado acertó y sus jugadores pusieron el punto de agresividad preciso para dominar el partido.
Tuvieron mucha culpa Barral y Diego Castro con sus goles. Y la defensa. Soberbio José Ángel. Parecía todo un veterano. Estos tres puntos tienen un valor muy importante. Sirvieron para alejarse del descenso, para mantener a más distancia a uno de los implicados, para tener el coeficiente a favor y para recuperar el estado anímico del entorno.
Casi no nos acordamos de Medina Cantalejo, que hizo de Burrul en el Reyno de Navarra. Que este caballero haya sido mundialista por España es para hacerse cruces. El penalti señalado es una injusticia, pero los dos goles anulados a Barral bien se merecen una nevera.
La nota negativa la pusieron un grupo de seguidores rojiblancos que se atrevieron a llamar pesetero a Roberto. Alguno de esos son de los que entraron con una localidad gestionada por el portero osasunista. Roberto no se merece ese trato.
San Fermín fue rojiblanco y el chupinazo, sportinguista. La presión del Reyno no se notó. Se escuchó más a los seguidores rojiblancos. Casi va a tener razón Preciado cuando explica que presión era la de los tiempos de Iriguibel y Martín.
Toca celebrar la victoria y a recrearse con la clasificación. El miércoles habrá que empezar a pensar en el Deportivo. Si la agresividad se repita, hay posibilidades de victoria. Se ganó una batalla, pero la guerra continúa. Son 30 puntos, pero hay que llegar a los del Málaga en doce encuentros. Hay margen, pero sin dormirse.