Mientras la afición del Sporting tuvo una limitación de entradas en el Sardinero, con unos precios desorbitados, con 60 euros en la mayoría de los casos. Al final, las disponibles eran de 100 euros. Los rojiblancos tuvieron un millar.

La política del Sporting es diferente. Los precios son más reducidos para los aficionados cántabros y tienen más entradas disponibles. Vamos, que ni punto de comparación del trato que se les da aquí a los visitantes en comparación con el que reciben los seguidores rojiblancos en determinados lugares. ¿Hay que recordar Pamplona o Bilbao? Lo de los aforos y entradas disponibles es igual que en El Molinón.

La política del Sporting en este aspecto es de quijotismo. No es de extrañar que las peñas se quejen. Y no olvidemos el cómo cachearon a los aficionados sportinguistas en el Sardinero, llevaran distintivos rojiblancos o no, con cacheos poco elegantes, protagonizados por funcionarios de uniforme que bien podrían hacer un casting para los hombres de Harrelson.

Una cosa es ser elegante y otra pecar de quijotismo. Esta vez, mi amigo Vega-Arango y su equipo dirigente no está a la altura que merece ser defendida la afición sportinguista.