David Barral fue el protagonista del entrenamiento matinal. El gaditano tuvo un tenso incidente con su amigo ‘Tati’ Maldonado, por una entrada que no debió pasar a mayores, aunque la trifulca acabó con los puños de su vecino de San Fernando levantados, para librarse de las malas artes del goleador. Fue un acto de incoherencia. En estos casos se echa la culpa a la presión de los entrenamientos. Es el argumento fácil.

El incidente tuvo una repercusión más espectacular por la presencia de las cámaras de fotógrafos, como la instantánea de Joaquín Bilbao que encabeza hoy este blog, y de público, en una mañana pseudofestiva, que atrajo a un mayor número de aficionados que a un entrenamiento normal.

La cuestión de fondo es de disciplina. Barral no es el mismo cuando se siente titular. Suele estar más crecido que cuando espera la oportunidad para volver. Su conducta tiene variantes, en función de sus competidores para el puesto que ocupa. Preciado tiene unos métodos que no son cortantes con este tipo de formas de actuar. Es condescendiente en estas reacciones. En épocas de Vicente Miera, Novoa o García Cuervo, el incidente hubiera tenido otro tratamiento, aunque también hay que admitir que eran otros tiempos. Puede que sea mejor la táctica del técnico actual, aunque desde fuera parece que tiene la mano demasiado abierta en algunos aspectos que no son meramente deportivos.

Lo primero que debe ofrecer Barral es un rendimiento notable o sobresaliente el domingo, a poder ser con goles, que es para lo que tiene contrato en el Sporting. En el resto de su trabajo sería conveniente que mostrara una imagen más moderada, aunque parece difícil que vaya a cambiar a estas alturas. Además, si lo permite el míster, bien hecho estará. Supongo.

Al margen de todo, el domingo viene el Valencia de Villa. Y de Silva. Y de Albiol, Mata, Albelda, Marchena y unos cuantos internacionales. El Molinón, entre las 17.00 horas y las 18.45, más la prolongación, es donde hay que tener tensión máxima, concentración a tope y capacidad de desgaste. Los problemas de los entrenamientos son anécdotas con mala imagen, en las que Barral se prodiga en exceso. Una pena, porque es un buen futbolista.