La derrota ante el Valencia parece haber ocasionado demasiada tensión en el entorno del equipo. La preocupación es lógica al ver la clasificación, aunque el juego transmite otras sensaciones.

Este Sporting da la talla en el aspecto ofensivo y tiene muchas carencias en el defensivo. Pero esto se sabía desde agosto. La prueba son los 64 goles recibidos. Las censuras y las lamentaciones en este momento contribuyen a aumentar la intranquilidad, lo que es una mala compañera de viaje.

Los agoreros que vaticinaron una situación catastrófica saldrán ahora para recordar sus pronóstico, aunque si fallan se darán mutis por el foro. Según los resultados volverán a hacer acto de presencia o se mantendrán a la espera. El fútbol es así.

La situación es similar a la que se vivió antes de ir a Pamplona, donde una derrota hubiera puesto a los rojiblancos en posiciones de descenso. En Sevilla sólo ocurrirá lo mismo con una derrota y un triunfo del Recreativo en la noche del sábado frente al Real Madrid. A priori no es probable, pero los onubenses no tienen tan mal equipo.

Otro dato es la marcha del Betis, revitalizado por el triunfo en el sardinero, pero sólo ganó dos partidos en el Ruiz de Lopera. Fue con Chaparro. Ahora tiene otro técnico, pero puede seguir la racha. El Sporting, cuando sale bien centrado, ofrece otra imagen.

Al margen del partido, otro asunto es que, aunque se quiera buscar un argumento en las limitaciones económicas, el cuadro técnico consideró conveniente quedarse con lo que había en el mes de enero, ya que fuera no se encontró nada que mejorara lo que hay. Era generalizada la opinión de buscar refuerzos para la retaguardia. El dinero no fue el inconveniente.

En junio será mejor época para hablar y pedir responsabilidades. O poner más medallas. El que prefiera alterarse ahora está en su derecho, pero no ayuda con esa postura. Tiene razón Diego Camacho cuando dijo que no se juega mejor ni se gana cuando se pierde la tranquilidad.