Un punto no estuvo mal, pero supo a poco. El Sporting pudo y debió haber ganado, pero los regalos se pagan caros. En el primer gol malagueño, Duda tiene una ocasión y el rechace. El delantero está más ágil. En el segundo, un centro telegrafiado, hay que tener más contundencia.

Y en la otra orilla, la aficacia rematadora es lo que distingue a los equipos. Se perdió una buena oportunidad para haber alcanzado una posición más cómoda. Se vieron viejos defectos, los mismos que en la campaña pasada llevaron al sufrimiento final. Tanto se anunció que vamos a sufrir que llevan camino de conseguir el augurio. Los 21 puntos actuales son los mimos que la temporada pasada a estas alturas y el colchón también era de ocho puntos.

Capítulo aparte merece el caso de Míchel. Su suplencia es incomprensible, para empezar a calentar en el minuto 30 y salir tras el descanso. Si se cuenta con que va a ser traspasado, lo más lógico es no ponerlo, pero con todas las consecuencias. Y si Preciado manifiesta públicamente su oposición, debía haberlo utilizado desde el primer minuto. Es una situación difícil de entender, salvo que sea una estrategia de los técnicos. En este caso, pierde el equipo al sentar un titular, el mismo día que tiene sancionado al otro pivote de referencia en el juego, como es Rivera.

Y otro capítulo es el que afecta al filial. Hay una evidente falta de conexión en el cuadro técnico, que margina a Abelardo, situación que viene desde la temporada pasada. Aquí hay algo que no funciona.