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Ángel M. González

Viento de Nordeste

Rato se quita de en medio

 

Con la renuncia de Rodrigo Rato como presidente de Bankia se abre un nuevo proceso para llevar adelante el saneamiento del sistema financiero español, casi con toda seguridad más duro que los que han protagonizado cajas y bancos desde que estallara la crisis económica. El Gobierno trabaja intensamente en las medidas para acometer esta nueva reestructuración, con el fin de aprobarlas en el Consejo de Ministros del próximo viernes, que se basarán en una nueva inyección de fondos públicos y en la autorización para crear sociedades que actuarán como ‘bancos malos’ con los activos tóxicos acumulados por las entidades financieras. El objetivo es rescatar Bankia cuanto antes para evitar que el riesgo de hundimiento ponga contra las cuerdas a todo el sector por el carácter sistémico del propio banco .

Rodrigo Rato abandona la entidad antes de que sea de ‘facto’ intervenida. El exministro se quita de en medio después de tener sus más y sus menos con Luis de Guindos, su antiguo secretario de Estado, por la evolución que venía experimentando el banco y su excesiva exposición al ladrillo, la mayor de todos los grupos bancarios, cercana a los 37.000 millones de euros, una cifra que representa el 20% de la totalidad del valor contable de los bienes inmobiliarios y préstamos que se han tragado hasta ahora las entidades. Rato huye de la tormenta, de la misma forma que lo hizo en 2007 cuando era director-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) antes de que llegaran los nubarrones de la crisis. El hombre del ‘milagro español’ no ha podido salvar Caja Madrid de las fauces de la recesión, aunque ello no quiere decir que su labor al frente de la entidad financiera, una de las más politizadas de España, no haya sido encomiable.

Protagonizó, de un golpe, la mayor operación de integración financiera del país, con la participación de seis cajas de ahorros (Bancaja, Caja de Canarias, Caja Segovia, Caja Ávila, Caja Rioja y Caixa Laeitana); logró sacar a bolsa el nuevo grupo bancario para captar 3.000 millones de euros en el mercado pese a la incredulidad de financieros y autoridades, y aplicó un drástico ajuste con el cierre de ochocientas oficinas y la eliminación de una cuarta parte de la plantilla. El problema de Rato es que quiso volar solo. No tenía sintonía con el Banco de España, tuvo desencuentros con el Gobierno, en el consejo le salían voces discrepantes y finalmente tener que recurrir a una buena dosis de ayudas públicas para enderezar el rumbo del banco suponía un duro golpe a su proyecto. El rescate de Bankia que prepara el Ejecutivo conllevará un cambio de gestores. Rato jamás esperaría a que Rajoy le dijera que se marchara. Y tampoco lo que tiene que hacer.

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Sobre el autor

Periodista del diario EL COMERCIO desde 1990. Fui redactor de Economía, jefe de área de Actualidad, subdirector y jefe de Información durante doce años y desde febrero de 2016, director adjunto del periódico.


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