En la relación de previsiones macroeconómicas de los distintos organismos y entidades, que vaticinan la lenta recuperación de la economía española el próximo año, hay una que no tiene que ver con las instituciones oficiales pero que suele estar bastante atinada, además de incluir las perspectivas por comunidades autónomas. El BBVA Research hizo públicos hace unos días los indicadores de coyuntura del servicio de estudios que dirige Rafael Domenech y que vaticinan para nuestro país un aumento del PIB el próximo año del 0,9%, sobre todo por la mejora que irán experimentando las exportaciones de las empresas españolas y el turismo. Según el estudio, el despegue económico irá cobrando fuerza conforme vaya transcurriendo el año y en algunas regiones, como es el caso de Madrid, la tasa de crecimiento podría llegar incluso al 2% al finalizar el ejercicio.
El cuadro que dibuja el informe, por otro lado, pone de manifiesto un país de tres velocidades teniendo en cuenta los indicadores por territorios. Las comunidades cuyo ritmo de crecimiento estará muy por encima de la media nacional, aquellas que se situarán en el entorno de la media y las que irán algo más retrasadas. Asturias, según BBVA, se situará en la mitad de la tabla, con un 1% de incremento del Producto Interior Bruto, que es una previsión esperanzadora, más optimista que otra cosa a tenor de lo que aún nos espera el año que viene. Desde luego, y esto ya no lo recoge el informe de Domenech, el ligero tirón que puede experimentar la región en el año en que vamos a salir de la recesión, vendrá dado del factor tractor que tenga la economía nacional, de la capacidad que tengamos para subirnos al tren, porque las perspectivas de Asturias no resultan nada halagüeñas.
Estamos hablando de una comunidad donde más de la mitad de sus habitantes son inactivos, con 100.000 parados, 10.000 personas que cobran el salario social, con un 16% de las familias en el umbral de la pobreza, un paro juvenil que rebasa el 50%, con el mayor éxodo de jóvenes de la historia, y en la que sus pensionistas y jubilados, más de 350.000 personas, tienen que sostener a varias generaciones con unas pagas recortadas con las que a duras penas llegan a fin de mes. Una región donde las instituciones políticas no son capaces de pactar los presupuestos para 2014, un año en el que habrá menos financiación, seguiremos encorsetados por el límite de déficit, habrá menos inversión pública y los recursos que se obtengan tendrán que ser destinados a mantener lo que hay, el gasto corriente y poco más. Y una región donde la industria seguirá padeciendo graves problemas, con expedientes de despido y cierres pendientes de resolver, y con algún sector, como la minería, sobre la que continúa pendiendo la espada de Damocles.
Desde luego, bienvenidos sean los mensajes alentadores como los que se vienen emitiendo en estos dos últimos meses, algún efecto tendrán en la generación de confianza, pero la realidad sigue siendo crudísima. El crecimiento puede que se acelere, pero la reconstrucción social tardará mucho, será muy lenta, y costosa.