El siete ha sido siempre considerado un número mágico, la relación entre lo divino y lo humano, el número perfecto como lo llegó a definir Pitágoras. Ya saben, los siete días de la semana, los siete pecados capitales, los siete sacramentos, las siete maravillas del mundo, las siete notas musicales, las siete estrellas de la Osa Mayor, los siete sabios de Grecia, los siete colores del arco iris, las siete direcciones, las siete ciudades sagradas de la India, las siete colinas de Roma…
Christine Lagarde, recurriendo al misticismo del siete, mostró su esperanza en que en 2014 se inicie un periodo de siete años de bonanza después de otros siete de crisis. La directora del Fondo Monetario Internacional, en su reciente intervención en el Club Nacional de Prensa de Washington, haciendo gala de su capacidad de videncia, recordó aquel paraje bíblico del Génesis en el que José, el hijo de Jacob, interpretó el sueño que había tenido el faraón sobre las vacas y las espigas: “Vendrán siete años de abundancia en Egipto y detrás de ellos vendrán siete años de escasez, que harán que se olvide toda la abundancia y el hambre consumirá la tierra”.
Lagarde, por lo tanto, pronostica que a los siete años de vacas flacas que hemos sufrido por el mayor deterioro de la economía desde la Gran Depresión, les seguirán a partir de ahora otros siete de vacas gordas, aunque sin dejar claro cómo será este nuevo ciclo en el que entramos. Los datos avanzados hoy por el FMI sobre las perspectivas de crecimiento apuntan a que estamos abordando una nueva etapa, pero ello no quiere decir que los males se estén poco a poco esfumando. Porque al mismo tiempo que se produce el crecimiento de la economía se puede producir un incremento de las desigualdades sociales generadas a lo largo de la recesión, de la extensión de la pobreza y de las calamidades si no logramos que el tirón sea lo suficientemente sustancial para eliminar la enorme bolsa de parados que se ha originado y revitalizar la desaparecida clase media. De momento, el crecimiento que nos aguarda será bajo el mismo modelo de capitalismo que nos llevó a la crisis porque de refundación del sistema, nada de nada.
De esta manera, el pronóstico de la directora del FMI tiene como contrapunto el que ha hecho también recientemente la Organización Internacional del Trabajo, que no puede ser más desesperanzador. La OIT estima que, desde 2008, a lo largo del periodo negro, se generaron 62 millones de parados en el mundo y que en los próximos cuatro años, hasta 2018, la destrucción masiva de empleo en el planeta continuará de forma acelerada, de tal manera que llegaremos a superar los 200 millones. ¿A quién hacemos caso?