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Ángel M. González

Viento de Nordeste

Fundación bancaria

El próximo día 23 de julio la Asamblea General de Caja de Asturias decidirá sobre la transformación de la entidad en una fundación para cumplir con la ley que vio la luz hace casi un año que tiene como objetivo acabar definitivamente con la politización de las cajas, de tal manera que ningún integrante del patronato podrá participar en la dirección de Liberbank ni sentarse siquiera en su consejo de administración. La fundación será mera tenedora de las acciones que ahora tiene la Caja en el banco y recibirá por ello, como cualquier otro accionista, el dividendo que le corresponda por esa participación, que dedicará a la obra social y cultural que desarrolle.
El consejo de Caja Asturias ha propuesto que el patronato de la fundación esté integrado por nueve personas, de las que tan sólo dos procederían de instituciones políticas, las dos entidades fundadoras de la caja de ahorros, el Principado y el Ayuntamiento de Gijón, que tendrían un representante cada uno. El resto de miembros que propone el consejo son personas ajenas absolutamente a la política y más vinculadas al mundo de la economía, de la empresa, de la investigación o a los centros asturianos.
La transformación en una fundación supone, por lo tanto, una renovación absoluta y, casi casi, una revolución del papel de estas entidades. Atrás quedan las luchas intestinas entre los políticos por el control de los órganos de la Caja como fuente de poder en la región, como instrumento para dar y recibir. Ahora resulta que en la fundación se sentarán López Otín, Margarita Salas, Alejandro Fernández, de Alimerka, o el médico Guillermo González Mañana. Para cuantas cosas sirvió la crisis. Ahora el poder real está en otro lado, en el propio Liberbank, pero guarecido de los partidos, que han pasado de ser dueños y señores a caer en desgracia.
La constitución de la fundación bancaria es el último paso de la travesía iniciada por la Caja hace poco más de cuatro años por la sacudida de la recesión. Repasemos: la integración de Caja de Castilla-La Mancha, la retirada a tiempo de la operación con la CAM después de que fuera detectado un agujero de más de 1.000 millones de euros, la constitución del SIP con Caja Extremadura y Caja Cantabria en 2011, la fallida fusión con Ibercaja y Caja3, el plan de reestructuración por el que se recibieron las ayudas del FROB y que llevó a la salida a Bolsa de Liberbank en mayo del año pasado y la reciente ampliación de capital, que obligó a las cajas a rebajar su participación del 70 al 45 por ciento, de los que Caja de Asturias mantiene el 30 por ciento. Con la ampliación, Liberbank reforzó su capital con la entrada de nuevos accionistas y también recuperó cierta idiosincrasia asturiana a través de la participación de inversores de la región, como Masaveu o José Antonio Aguilera, de tal manera que el mayor núcleo accionarial del banco, entre la antigua entidad y los privados, tiene raíces en la región. En ese sentido, Liberbank sigue siendo la entidad financiera más asturiana de cuantas operan aquí, sin restar méritos a aquellas otras que, a diario, demuestran su cada vez mayor vinculación con el territorio.
Lo deseable es que a partir de la creación de la fundación, el banco, que ha sufrido en exceso la deteriorada imagen del sector de las cajas en España, recupere el crédito y la confianza que llegó a tener Cajastur, para seguir protagonizando desde esta nueva posición los cambios en el mapa financiero español.

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Sobre el autor

Periodista del diario EL COMERCIO desde 1990. Fui redactor de Economía, jefe de área de Actualidad, subdirector y jefe de Información durante doce años y desde febrero de 2016, director adjunto del periódico.


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