La decisión del Banco Central Europeo de iniciar una compra masiva de deuda ha generado una enorme expectación por la contribución que la medida tendrá en el relanzamiento de la economía de la eurozona, aunque existen dudas de las repercusiones directas que la medida puede llegar a tener en los bolsillos de los ciudadanos, que, al fin y al cabo, son las grandes víctimas de la Gran Depresión.
La actuación del organismo que preside Mario Draghi, pese a que algunos analistas consideran que llega tarde y más movido por el pánico que circula en los mercado ante el resultado que puedan registrar las elecciones en Grecia, puede tener un impacto directo en favorecer que los bancos abran, de una vez por todas, el grifo del crédito en buenas condiciones y no como hicieron hasta ahora, que dicen que lo tienen abierto, pero con cláusulas que estrangulan a cualquiera, y por otro lado generar un proceso de inflación y crecimiento. En ese sentido, bienvenida la medida.Ahora bien, el acontecimiento que está actuando como auténtico revulsivo es el precio del barril de petróleo, la espectacular caída que esta sufriendo el ‘oro negro’, que ha tirado del IPC para abajo provocando una deflación generosa, de las buenas, que nos viene a todos los sufridores de perlas. Bendito petróleo, que tan mal nos hizo pasar en los momentos más complicados de la crisis con unas alzas insostenibles y que tan bien nos favorece ahora con su caída en picado, dejando más dinero en el bolsillo a los asalariados, a los pensionistas y a los ahorradores. Ninguna reforma de Rajoy, ni tan siquiera la del IRPF, ha tenido tanta repercusión como esta. Es más, con el barril y con el BCE, el Gobierno puede echarse a dormir, porque el resto se lo harán los agentes económicos.