La Casa Sindical encierra en sus paredes cuarenta y ocho años de historia del movimiento obrero gijonés. Ha sido cuartel general de la transición sindical y sociopolítica, meca del sistema asambleario, pentágono de las ideas revolucionarias, el fortín de las protestas en los momentos más difíciles de las reconversiones, el gran almacén del arsenal de la movilización.
En Gijón existen dos modelos de acción sindical, uno instalado a un lado de las extintas vías, la barrera artificial para casi todo, y otro al otro lado. Dos maneras distintas de concebir el binomio negociación-presión en las reivindicaciones laborales, que a mi juicio actuaron de manera complementaria en una buena parte de los conflictos generados en las crisis industriales que sufrió Gijón y Asturias. En la Casa Sindical, la base del modelo fue la barricada.
«¡Uy! Si las paredes hablaran», me decía no hace mucho tiempo un líder obrero, protagonista sin duda del diálogo-neumático. Las paredes no hablan, salvo encarteladas o mediante graffitis, pero todavía conservan alguna que otra huella de aquellas engarradas.
Como a todo le llega la hora, a la Casa Sindical también. Casi medio siglo después de su construcción, el Ayuntamiento plantea desalojar el edificio para su demolición por el lamentable estado en el que se encuentra. «El derribo es un clamor popular», llegó a afirmar la alcaldesa al recordar la situación de deterioro por una falta absoluta de mantenimiento, de la que no se puede acusar solo a sus inquilinos sino también a quien regenta la propiedad. El Ministerio de Trabajo ha dejado que el paso del tiempo fuera haciendo mella sin remedio en el inmueble y ahí está, con una imagen deplorable a la entrada de la ciudad, que daña sobre todo a quienes ocupan sus instalaciones. Dañino para la vista y para la seguridad.
El equipo de gobierno está buscando locales para poder albergar a las organizaciones que tienen establecida allí su sede, aunque la tarea no es fácil porque se requieren muchos metros cuadrados para satisfacer las necesidades de espacio y tampoco hay tanto patrimonio disponible para ello. Pero la primera fase del desmantelamiento del edificio ya está definida. La oficina de empleo, con entrada por la calle de Fermín Canella, se reubicará en el antiguo Palacio de Justicia en Poniente, digo antiguo por distinguirlo del nuevo, de tal manera que quedaría por resolver el alojamiento de Comisiones, CSI, CGT y CNT.
El desalojo de la Sindical no es un planteamiento de ahora. Hace más de seis años, en el mandato de Paz Fernández Felgueroso, se habló de tal posibilidad pero el asunto quedó aplazado. Por lo tanto, sería conveniente que la idea tuviera final feliz por el bien de las partes y, sobre todo, pensando en lo mejor para la ciudad. Luego habrá que darle destino al suelo, por cierto aún reclamado en los tribunales por una siglas históricas, y una de las propuestas, además de levantar en el terreno un centro municipal, es su conversión en zona verde, en el jardín de la Sindical, haciendo pareja con ‘Central Park’ mientras en el ‘solarón’ no haya quien construya.