En 2010 se produjo la concentración durante los fines de semana de los servicios de urgencias de los centros de salud de Gijón en los mismos puntos que ahora plantearon los responsables sanitarios para todos los días, con unos resultados mejores incluso de lo que entonces se esperaban. La calidad de la atención aumentó al disponer en un mismo centro de más equipos de los que existían hasta aquel momento, la correcta utilización de los dispositivos por parte de los usuarios mejoró de manera notable al reducirse el factor comodidad en favor de la necesidad real de ir al médico y no se registró un incremento de la afluencia en los servicios de urgencias de Cabueñes o de Jove, como en un principio se llegó a temer. Aquella medida de ahorro, que suponía eliminar un servicio abierto en todos los centros desde hace casi tres décadas durante sábados y domingos, funcionó con un mejor aprovechamiento de los recursos profesionales entonces disponibles.
El pasado miércoles, los gestores sanitarios tuvieron que dar marcha atrás a la unificación en La Calzada, el Parque-Somió, El Llano y Puerta de la Villa de la atención diaria que se presta entre las tres y las ocho de la tarde en el resto de los centros de salud de la ciudad. La oposición vecinal, que representa en este caso la voz de los usuarios, impidió extender a toda la semana el proceso de concentración en festivos que tan buen balance ofreció hace ocho años sin distorsiones ni deterioro alguno de los servicios. Los derechos adquiridos de los beneficiarios se impusieron al argumentario de los administradores de la sanidad pública. La medida presentada por la gerencia se planteaba de forma temporal, como plan de choque ante la escasez de profesionales para hacer frente a las sustituciones derivadas del verano, pero los vecinos entendieron que se trataba de un recorte estival con efectos duraderos. Es decir, pasado el periodo lo que se cierra ahora no se vuelve a abrir. Quizás fue ese el error. Demasiada precipitación para una acción de duración corta y desgaste innecesario, cuando en el fondo se requiere una reorganización más profunda, meditada y con una intensa labor pedagógica.
El planteamiento ha sido retirado, pero no enterrado, según advirtieron sus promotores. Tarde o temprano se tendrá que volver a poner sobre la mesa porque el modelo de urgencias en primaria, tal como está concebido ahora, ha perdido eficiencia en detrimento de la calidad de la atención y de una cobertura eficaz de las necesidades del servicio. Las consultas por las tardes se han convertido, en la mayoría de los casos, en una prolongación de las que tienen lugar por la mañana. Sobre todo en aquellos centros con una demanda asistencial más saturada, que han empezado a registrar demoras de varios días para atender un simple dolor de garganta o de espalda. Si no me recibe mi médico por la mañana, acudo a urgencias por la tarde, aunque sea para renovar la receta. El sistema se ha pervertido y requiere soluciones para su corrección.
La reagrupación, bien proyectada, supondría más beneficios que molestias para los usuarios. Claro que resulta incómodo no tener el servicio a la puerta de casa, pero todavía es mucho más ingrato que, pese a ello, se tenga que aguardar la intemerata en la sala de espera porque el médico no dé abasto o la consulta se encuentre vacía por el desplazamiento a un domicilio. La unificación permitiría reforzar los equipos de las tardes en los centros seleccionados y, al mismo tiempo, destinar también recursos humanos a cubrir las ausencias producidas en las mañanas por bajas o vacaciones, en ese deseo de evitar las demoras que ahora se están produciendo en la atención primaria gijonesa.
El modelo necesita una reestructuración pensando en la sostenibilidad, en el incremento de la presión asistencial y en la excelencia del servicio. Tres objetivos en sí difíciles aunque no imposibles de compatibilizar, que solo se pueden conseguir con el consenso de todas las partes implicadas.