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Ángel M. González

Viento de Nordeste

Falta compañía

Con el cierre hoy de la Feria, una vez dejada atrás la Semana Grande, vamos sacando el pañuelo para decir adiós a un verano en medio de un estado de satisfacción generalizada aunque también un tanto engañoso. Quienes atienden al turismo, en esta ciudad cada vez más por cierto, se congratulan de que se esté batiendo un año más el récord de visitantes, pero el nivel de gasto sigue siendo bajo. El sector no acaba de moverse fuera del fenómeno ‘low cost’, que condiciona su desarrollo no con pocos trastornos. Los constructores prevén agotar este año el stock de vivienda nueva por el crecimiento en el ritmo de ventas de pisos, que no llegan si quiera a la mitad de las operaciones que se cerraban antes de estallar la burbuja. La mejora de la actividad es lenta, se encuentra lejos de recuperar aquella velocidad de crucero que llegó a tener antes de la gran recesión porque tampoco se dan condiciones para ello. Y los concesionarios de coches han vuelto a incrementar sus transacciones en el recinto de Luis Adaro, hasta el punto de que algunos han salvado ya el ejercicio en quince días, pero la inquietud por la crucifixión del diésel amenaza con desbaratar sus planes.
La situación descrita por sus propios protagonistas sobre la evolución del turismo, de la construcción y de la automoción en estos días de agosto gijonés sirve para tomar el pulso a una recuperación que, frente a quienes defienden su fortaleza, todavía es más débil de lo que incluso puede parecer por los problemas estructurales que aún sufrimos y la acumulación de incertidumbres que estamos padeciendo. Ya no solo es cuestión de que se produzca una escalada de los precios y de que se empiecen a incrementar los salarios, que necesitan sin duda alguna una buena actualización para encarrilar de verdad el crecimiento. Falta compañía. Se requiere un papel mucho más activo por parte de las instituciones públicas para favorecer la consolidación del arranque que ha tenido la economía.
Las administraciones, a todos los niveles, están enfrascadas en hacer caja para mantener sus estructuras y cumplir la regla del gasto, sin atender las llamadas del resto de actores que participan en la ‘reconstrucción económica’ mediante un aumento de la inversión y de los incentivos en beneficio de la expansión. No solo no actúan sino que se hacen las remolonas o introducen factores de desconfianza, contagiando su parálisis a quienes tienen realmente voluntad de que los datos que apuntan esa bonanza perduren con fuerza en el tiempo y no sean únicamente producto de un espejismo.
La reforma fiscal que plantea acometer el Gobierno central para una mayor recaudación que permita corregir el déficit no es más que levantar otro muro a la reactivación. En estos momentos, incrementar el gravamen a los autónomos con la modificación del sistema de módulos, aumentar la fiscalidad sobre el gasóleo, aplicar la tributación verde al común de la ciudadanía o subir los impuestos a las grandes corporaciones, incluida la banca, supone poner en riesgo ese tirón que todavía precisamos. La economía requiere alicientes y no un horizonte incierto como el que nos están dibujando desde las instituciones, cuando su misión tendría que ser justo la contraria.
En lo que respecta a esta ciudad, lo estamos viendo a diario. Los compromisos adquiridos por las administraciones se van dilatando en el tiempo como consecuencia de los cambios de gobierno, la excesiva burocratización en las tramitaciones, la incapacidad para llevar adelante los planes o la rivalidad política ante la proximidad electoral.
De esta manera, la zona logística está muerta por falta de aportaciones, el acuerdo del plan de vías continúa sin firmar, la modernización de los servicios de cercanías se encuentra amenazada, la autopista del mar es un entelequia, la depuración de las aguas no sale de los juzgados, la regasificadora sigue durmiendo y el futuro del puerto está en el aire. Necesitamos un cambio de escenario. Por ello, encaramos el final de mes con la vista puesta ya en septiembre y el deseo de un rumbo distinto.

Sobre el autor

Periodista del diario EL COMERCIO desde 1990. Fui redactor de Economía, jefe de área de Actualidad, subdirector y jefe de Información durante doce años y desde febrero de 2016, director adjunto del periódico.


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