El pasado domingo, viendo al Barcelona golpear al Madrid y darle matarlos a la efímera carrera en el club merengue de Julen Lopetegui, me encontré a un buen amigo vinculado desde hace años al Sporting que me recordó que el fútbol, como la economía, se caracteriza por ciclos. De una fase expansiva se pasa a la contracción en virtud de los resultados. En la actividad económica hay factores como la inflación, el paro, la creación y destrucción de empresas o el déficit público que determinan la etapa que se está viviendo. En la futbolística son el juego del equipo, la emoción que transmita, los goles en portería contraria, los puntos acumulados y la clasificación los que definen ese buen o mal momento. Lopetegui en el Madrid apenas duró lo que Paco Herrera al frente de nuestra escuadra local en la temporada pasada. La experiencia en ambos casos fue corta. A Rubén Baraja, sin embargo, la confianza se le ha ido alargando. Primero, en la anterior campaña, después de caer desfondado cuando tenía al alcance la gloria del ascenso. Y ahora, en un recorrido sin rumbo ni merecimiento, que ha generado el enfado de la grada, por no hablar de desapasionamiento. El hombre decía el otro día que no se sentía cuestionado, pero la cuestión es que el pueblo soberano ya había hablado. Un once de banquillo consiguió el jueves conciliar al equipo con El Molinón y puede que esta tarde se inicie el esperado cambio de ciclo para seguir sin escuchar al pueblo. Pero la afición con su sabiduría es consciente de que resulta demasiado arriesgado mantener el farol porque haya salido una buena carta.
De ciclos que se abren y se cierran también trata últimamente la política local. Es el caso de la alcaldesa, encaminada a la clausura de su etapa en la corporación gijonesa sin pronunciamiento de la ciudadanía. Y es el caso igualmente de la elección de Ana González para liderar la candidatura socialista al sillón municipal. Estos dos acontecimientos, en sí mismos, son singulares y llevan a una misma conclusión. La fragmentación seguirá siendo la tónica de la representación política en el Ayuntamiento, quizás con unas distancias incluso más cortas entre las formaciones a partir de la convocatoria de mayo, pero los dos bloques ideológicos, sin embargo, tienen como destino estar entre sí más implicados
Ana González reivindica la recuperación del proyecto socialista en Gijón después del ‘accidente’ de los dos últimos mandatos locales, en las urnas y ante el cerrojo del izquierdismo ortodoxo. El objetivo marcado por la jefatura de filas es volver a ser el partido más votado y a partir de ahí trabajar por un espacio de entendimiento. Sin embargo, Xixón Sí Puede ya le ha puesto la proa con unas condiciones a priori que poco tienen que ver con lo que tenga que venir. Dicen los podemitas que la candidata socialista ha de renunciar al arecismo, al pacismo y al javierismo, cuando en realidad el partido ha entrado ya en otra era, la del sanchismo, diferente e incierta respecto a las demás. Mas que renegar de los ‘ismos’ del pasado, el reto es abordar las preocupaciones del presente y las necesidades del futuro. Por eso la aspirante socialista debería ser más clara, por ejemplo, en cuanto a la defensa de un plan de vías con un amplísimo respaldo político y social, distinto al que su partido llegó a proyectar. O sobre un plan general de ordenación que definirá el crecimiento urbanístico de la ciudad y que solo su grupo decidió no apoyar. No son, desde luego, los únicos asuntos, pero sí dos herencias de autoría incómoda para alguien que, como la señora González, quiere inaugurar un nuevo periodo y gobernar.
Postdata: Al final, los rojiblancos regresan a casa con otra decepción. Esta vez fue el hombre de negro quien se conjuró contra el equipo, que ya se encuentra mas cerca del infierno que del cielo. Tenemos por delante un calendario difícil que, si no se produce la reacción, nos puede situar sobre las brasas.