No hay edición de la Feria que no presente novedades. Pocas o muchas, pero siempre se produce alguna que incrementa su atractivo. En esta ocasión, una de las más relevante ha sido el estreno de oradores en víspera de la apertura al público del certamen. Tres mandatarios de tres niveles institucionales distintos aunque los tres de la misma cuerda, una circunstancia que no se producía desde hace ya ocho años. Prédicas renovadas, no exentas de ilusión como corresponde a cualquier debutante, con la vista puesta en el horizonte desde la loma del pasado. Puede resultar frustrante escuchar que los anhelos del ayer siguen siendo hoy los mismos del mañana. Depende como se adornen los discursos. En los que se impartieron en la apertura ferial destaca una buena dosis de realismo, esa preocupación por la industria como telón de fondo.
La Feria siempre ha sido espejo de la realidad de Asturias por la que transcurre el tiempo pendiente de una solución. Un perfecto termómetro del estado regional y de su discurrir a través de cada una de las citas. Y a propósito de esa evolución hay un hecho en el certamen que no es reprochable a sus organizadores, sino a la propia transformación que como mal está sufriendo la comunidad autónoma. La desindustrialización tiene también su reflejo en el recinto expositivo a la vera del Piles. La venta de cachivaches y de comida rápida ocupa cada vez mayor espacio, la presencia institucional ha ido creciendo y el certamen se fue convirtiendo en el mayor salón del coche del norte en verano. Pero la industria ha perdido protagonismo. Salvo excepciones, su concurrencia es cada vez más testimonial. Recuerdo, por ejemplo, la que tenían antaño dos empresas que atraviesan ahora un momento incierto, como Arcelor y Duro Felguera. Ambas, con problemas distintos, necesitan algo más de cariño por parte de las administraciones una vez cerrado el apaño de Alcoa.
La multinacional siderúrgica está siendo sacudida por los dictados del mercado. Entrada en Europa de acero más barato, caída de las ventas, bajada de los precios, reducción de márgenes, sobrecapacidad y recortes de producción. A ello se añaden factores decisivos como los altos costes energéticos y medioambientales, sobre los que sí pueden actuar los mandatarios. Hace falta mayor protección y aunque todos somos conscientes de ello, sin embargo seguimos manteniendo los brazos cruzados. El dueño de la compañía, Lakshmi Mittal, volvió a reclamar un marco de competencia en igualdad de condiciones para el sector. Si no es así, vamos a padecer otra reconversión en Europa, como las que se produjeron a mediados de los noventa que dejó la siderurgia a la mitad.
Pese a ello, la cabecera asturiana se encuentra en una buena posición. La respuesta de la empresa está siendo acertada. A la vez que ajusta la actividad de las plantas con las paradas programadas acomete las inversiones de reforma y modernización, que las dejará listas para afrontar la recuperación de la demanda. Quizás sea una visión excesivamente optimista, pero si la situación no se tuerce, la crisis del acero no podía coincidir mejor. Ahora bien, si los gestores juegan con los plazos para intentar sacar adelante sus deberes, las administraciones tendrían que ser más activas para acompañar esta reacción, de tal manera que cuando se produzca el repunte esperado esos costes diferenciales no sean el obstáculo. De lo contrario, se corre el riesgo de que el saldo final sea una porción de lo que hay.
Duro Felguera, por su parte, necesita recobrar la confianza. La Duro es una compañía singular, que tuvo la mala suerte de que en los últimos tiempos le falló la cabeza. La empresa intenta enderezar el rumbo con nuevos accionistas y nuevos ejecutivos pero quienes salieron al rescate ahora actúan de verdugos, bajo la amenaza de un fatal desenlace. Resulta indigno que en el negocio del dinero tenga más credibilidad un aval que el valor de una sociedad centenaria, con una dilatada experiencia y casi dos mil empleados cualificados en plantilla. En Duro Felguera confluyen razones de sobra para su salvación. Si no es por la vía privada, tendrá que ser por la pública. Instrumentos existen que puedan insuflar esperanza.