En estos días de ajetreo agosteño resulta reconfortante escuchar el sonido del piano en el festival Internacional que tiene como escenario Gijón desde hace veinte años. Un acontecimiento cultural extraordinario que hace florecer el mejor talento musical entre el bullicio propio de la semana del año más concurrida de la ciudad. Uno tiene la sensación de que este tipo de manifestaciones quedan desapercibidas en una agenda repleta de conciertos mediocres, incluso algún aquelarre enlatado, para gozo del hormiguero. En el tema de los festejos musicales quizás habría que introducir algo más de calidad en detrimento de la cantidad durante la celebración patronal, convencido de que la estadística turística no quedaría afectada por ello, más bien al contrario. Una estadística, por cierto, que vuelve a batir marcas hasta convertir Gijón en la plaza más fuerte de la cornisa pese a la escasez de conexiones por tierra, mar y aire. Habrá que ir pensando en qué política de atracción tendremos que llevar a cabo cuando llegue el AVE a Lena, candidata a la capitalidad, el ferry al puerto y dispongamos de más aviones para evitar que la afluencia no se convierta en un problema. Hasta el presente, bendito problema.
Hablando de buenas melodías las que se interpretaron en la Feria de Muestras, que hoy cierra sus puertas con un balance exitoso de transacciones y visitantes. Habíamos comentado en su apertura que el mayor atractivo este año iba a ser el desfile de las autoridades debutantes después de los comicios de mayo y creo realmente que, cada uno en su papel, superaron la prueba como para repetir en la próxima edición y cotejar. Con este fin, me quedo con dos intervenciones perfectamente enlazables para construir un proyecto colectivo que permita afrontar los retos que tenemos por delante. La primera, el mensaje inaugural del presidente Adrián Barbón, propio de un joven político deseoso de impregnar ilusión y esperanza en una región necesitada de autoestima entre el maremágnum de incertidumbres que nos acecha. Optimismo y audacia plantea como armas frente al marasmo, ambas dosis exportables a todos los ámbitos institucionales. Y la segunda, las de los representantes empresariales en el acto de las organizaciones camerales. Ese día, los presidentes de las tres cámaras y el líder de la patronal regional, como una sola voz, llamaron a la conjunción de las fuerzas políticas, económicas y sociales para labrar una nueva Asturias. Belarmino Feito planteó la creación de espacios de entendimiento para conseguir esa unión aprovechando una buena oportunidad: la renovación de la clase dirigente en la totalidad de las instituciones que tienen la responsabilidad de fijar nuestro destino como sociedad.
En la Feria se han establecido las bases para una nueva transición. La transición particular de una comunidad autónoma plagada de amenazas, viejas y aún por venir, que requiere enterrar las prácticas sectarias y el cainismo en favor de la alianza. La estrenada generación de mandatarios a todos los niveles tienen el deber de acometer esta tarea. El camino hacia la prosperidad económica-social está en sus manos. Veremos si hemos empezado el recorrido de aquí a un año. Si se ha comenzado a tocar la misma partitura con la sensibilidad y maestría de los virtuosos que estos días nos acompañan al piano.
Postdata: Una vez que el certamen ferial ha llegado a su fin, la nueva dirección tiene la vista puesta en la próxima. De todas formas, además de las innovaciones que se puedan ir introduciendo en las ediciones venideras, no estaría de más una renovación de la programación a lo largo del año con contenidos monográficos en la línea de lograr mayor ocupación al recinto, tal como se ha ido haciendo en los últimos años. Dos ideas a vuela pluma: Una feria dedicada al deporte, sin duda con tirón en toda clase de públicos, y otra a la energía, que contribuiría a mostrar la ruta de la transformación que inevitablemente tenemos que afrontar en la próxima década. Alguna de ellas ya se llegó a posar sobre la mesa.