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Ángel M. González

Viento de Nordeste

Todo saldrá bien

La pesadilla que estamos atravesando nos obliga a ponernos en estado de ‘stand by’ para volver a recuperar tarde o temprano la normalidad de vivir en el mejor de los mundos posibles. Es difícil de predecir qué es lo que nos espera cuando reactivemos el ‘play’. Posiblemente una transformación de los hábitos, tensiones políticas, la animadversión a la globalización, depresión económica, mayor desigualdad… Quién sabe. Pero lo inmediato para minimizar los efectos de ese cambio en la economía y en la sociedad es frenar cuanto antes la expansión del mal con unidad, conciencia cívica y sin histerismo. La única forma de vencerlo es mediante la implicación de toda la ciudadanía sin excusas. La responsabilidad está en cada uno de nosotros. Seremos capaces de librar la batalla contra el coronavirus si nuestros comportamientos individuales y colectivos cumplen a rajatabla las medidas que están adoptando sin acritud las autoridades. De lo contrario, se corre el riesgo de que la robustez del sistema sanitario, pilar del estado de bienestar que tanto nos ha costado construir, haga ‘crack’ por la saturación que puede llegar a provocar la rapidez con la que se propaga el patógeno.
Ante el crecimiento exponencial de los casos, la Administración está desempeñando su misión adoptando decisiones sin precedentes con todas las consecuencias. Existen suficientes herramientas constitucionales para actuar con contundencia contra la crisis en la que estamos inmersos y una demostrada madurez democrática para hacerlo.
El estado de alarma aprobado ayer por el Consejo de Ministros es, en estos momentos, el mejor instrumento para vencer al mayor enemigo que la sociedad actual ha tenido. Puede que la declaración se haya tardado en realizar, que el Gobierno se haya visto arrollado por los acontecimientos ante la expansión de la epidemia por todo el país y que tendría que haber actuado con mayor firmeza dos o tres días antes de que los casos de coronavirus se duplicaran. Durante ese tiempo se produjo cierta sensación de caos fruto de las indecisiones sobre los principales focos y la descoordinación entre administraciones. La reacción más lógica cuando la infección te rodea es intentar escapar y emprender la huida. Y ese éxodo sin control es un factor mayúsculo de multiplicación.
Lo fundamental a partir de hoy es mantener la calma y confiar en que la situación de excepcionalidad en la que estaremos durante quince días o los que sean necesarios servirán para aplacar a este adversario invisible. Ahora bien, somos nosotros, los ciudadanos, quienes tenemos a través de la conducta el arma más eficaz para ganar la contienda. Autoprotegernos para proteger a todos. Un toque especialmente dirigido a quienes emprendieron la fuga de las zonas cero.
En esta guerra sin cuartel, es destacable la determinación ejercida por el Ayuntamiento de Gijón para ponérselo difícil al bicho. Primero, el miércoles, con la suspensión de las actividades públicas, sociales, culturales y deportivas, cerrando los lugares municipales de gran afluencia e itinerancia para prevenir los contagios. En esa tanda inicial, fueron clausurados los centros de mayores, la población más vulnerable a este ataque sin precedentes. Luego, el pasado viernes, extendiendo los cierres a todos los centros municipales integrados, la red de bibliotecas y museos, pabellones deportivos, escuelas infantiles, el precinto de las zonas de juegos en los parques, la prohibición de los mercados, incluido el rastro, o las normas para el uso gratuito de los autobuses.
Gijón se convirtió de esta manera en la expresión de la firmeza con la que hay que actuar para enfrentarse a la pandemia. Cuando el resto de administraciones titubeaban mirando hacia arriba o hacia uno y otro lado, el gobierno local, haciendo uso de sus competencias, supo adelantarse con acciones a lo que se nos viene encima. El ejemplo gijonés fue secundado luego por otros municipios asturianos, conscientes de que la manera de acabar con el trance no era mediante recomendaciones, sino obstaculizando al máximo la transmisión del virus.
Nos aguardan días complicados. Las casas son nuestro mejor refugio y si cumplimos las pautas que nos vayan marcando las autoridades con disciplina podemos estar tranquilos. Todo saldrá bien.

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Sobre el autor

Periodista del diario EL COMERCIO desde 1990. Fui redactor de Economía, jefe de área de Actualidad, subdirector y jefe de Información durante doce años y desde febrero de 2016, director adjunto del periódico.


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