Mientras los grupos políticos en el Consistorio se preparan para darse zurriagazos en el debate sobre el estado del municipio, echamos una vista a lo que se ha ido haciendo en este periodo baldío por la puñetera pandemia con ojos abiertos y mente despierta en busca de algo que destaque en favor del bienestar. Y con esa actitud, fíjense ustedes, ese algo lo encontramos. Durante este año in albis por la prolongada dureza de la resistencia ante el enemigo viral y en estos últimos meses que caminamos hacia otro año ignoto por los nubarrones que asoman en el horizonte económico, supuestamente controlada la crisis sanitaria, en Gijón se comienza a atisbar una meta largamente esperada. El saneamiento de las aguas para reducir los vertidos al mar parece estar definitivamente encauzado.
Transcurridas tres décadas desde que se pusiera en marcha un plan de renovación de todo el sistema de evacuación y tratamiento de las aguas residuales para devolverlas al medio sin contaminarlo, ha sido ahora, mientras combatíamos al bicho, cuando se fueron alcanzando hitos. Las infraestructuras que permitirán que Gijón deje de figurar en la lista negra de Europa por sus cloacas están prácticamente listas para cumplir su cometido. Hay suficiente argumento, de mano, para concluir que 2021 pasará a la historia local, no solo por la vacunación, las ayudas por la covid, la supresión de los toros, la discusión eterna del plan de vías o los dislates del ‘cascayu’. La reconducción de los alivios para proteger el litoral de las trombas y los derrames fecales deben figurar en una posición destacada del avance medioambiental de la ciudad. Con su cara y su cruz, desde luego, pues no se pueden obviar las demoras producidas en todas y cada una de las instalaciones, los correspondientes sobrecostes y las fallas que se irán viendo conforme se vayan activando. Pero el arranque de la depuradora del Este, la reforma ya iniciada de la depuradora del Oeste, la puesta en funcionamiento de los pozos de tormentas en ambos costados del municipio y las bases sentadas para la recuperación del Piles son, sin lugar a duda, las actuaciones más significativas de este año a punto de finalizar. Ahora bien, tampoco debemos dejarnos llevar por la ceguera para acabar muriendo de éxito, ya que en ellas aún persisten sombras pendientes de resolver que pueden empañar todo lo dicho.
Sobre la depuradora del Este primó el interés general de un equipamiento sometido desde su concepción al yugo judicial. Sin estar plenamente a salvo, la heredera de la ‘Plantona’ activó hace unas semanas las dos líneas de pretratamiento que tuvieron que parar en 2016 por decisión de los tribunales. En los próximos días, está previsto que se ponga en marcha en su totalidad, una vez que la conducción de diez kilómetros que enviará los fangos a ‘La Reguerona’ esté lista para garantizar que la porquería no se escape por el camino. En la depuradora de Aboño, por su parte, ya entraron las máquinas para llevar a cabo la ampliación. En 2023, elecciones mediante, estará adaptada a la normativa europea sobre el correcto saneamiento de las aguas residuales antes de devolverlas a la mar. Esperemos que no se produzcan sobresaltos.
El pozo de tormentas de El Arbeyal no tuvo un debú brillante. En el primer envite se pusieron de manifiesto las carencias. Aunque chaparrones como el que hubo en septiembre puedan ser infrecuentes, se puso a prueba la capacidad del depósito, con anterioridad cuestionada, y se evidenció la falta de obras complementarias para un funcionamiento eficaz del sistema. Un fallo garrafal que urge corregir. El pozo de Hermanos Castro estará abierto el próximo mes, pero antes está previsto que comiencen las comparecencias de la comisión de investigación creada en el Ayuntamiento para determinar responsabilidades por las modificaciones del contrato, los retrasos y el desfase económico de una actuación que costó un 30% más de lo presupuestado. Veremos cómo se tiran los trastos las formaciones de los dos gobiernos que acometieron la obra, aunque lo más seguro, como ocurre normalmente en estas juntas fiscalizadoras, no habrá ceses ni dimisiones. Si el pozo cumple su misión como es debido, la playa tendría que librarse del ‘café con nata’ que se genera cada vez que se registra un temporal. De la misma manera que tendría que contribuir a ello las medidas correctoras emprendidas en el Piles, el río maltratado ahora en proceso de regeneración. Un proceso que no debería confundirse con la expansión por abandono del plumero de la Pampa y que tampoco puede ser ajeno a la práctica del piragüismo. La desaparición del anillo navegable requiere sentarse para fijar una alternativa sostenible y viable. La solución no es la confrontación.