Dada la consideración que esta ciudad tiene en los presupuestos de las administraciones mayores se puede deducir que el próximo año no veremos un despegue inversor de la parte pública que ayude a la reactivación de la parte privada. Si la privada sale del atolladero será por sus propios esfuerzos, con escasas esperanzas de que con las cuentas presentadas se llegue a dar la vuelta al calcetín. La reflexión vale para Gijón, pero también para Asturias, pues parece que lo que no acaban de ver a veintiocho kilómetros de aquí el ‘gobierno del Nalón’ es que si a Gijón le va bien, al resto de la autonomía le irá mejor, incluido el campo, que estos días manifiesta con razón su malestar por tantos años de desatención. Lo dijo bien la concejala de Hacienda, Marina Pineda, al expresar el enojo municipal, que es de todo el Consistorio. La portavoz socialista recordó que el concejo es motor económico de la región para defender la realización de inversiones. Resulta llamativo que lo que ve el equipo mandatario que comanda la alcaldesa no lo vea la sucursal del partido, que continúa silbando como si nada pasara para no enfadar más al jefe de filas, que ya tiene bastante ahora con conservar las alas.
En el presupuesto estatal, las partidas destinadas a la localidad más poblada de Asturias hay que seguir viéndolas con microscopio, tal cual llevamos año tras año, con o sin pandemia, teniendo que recurrir al instrumento de laboratorio para descubrir las migajas que nos tocan. Sobre el presupuesto regional, tiene razón su autor cuando sostiene que el compromiso con Gijón se mantiene. El compromiso se lleva manteniendo desde hace largo tiempo, siempre con los mismos epígrafes y los mismos proyectos; el problema es que el compromiso no se acaba de ejecutar y, por lo tanto, se sigue dejando con vida la deuda. De todas formas, nos fían el plus a los fondos europeos en un ejercicio de ilusionismo, que es en lo que se está convirtiendo el asunto. Ahora los ves, ahora no los ves… Están, se sienten, los fondos ahí presentes, pero pueden ser para el veintidós, el veintitrés, el veinticuatro… Dependemos de la distribución que vaya haciendo Sánchez y, sobre todo, de la influencia política que ejerzan los territorios. Cuando lleguen, que se supone que en algún año lo harán, serán bienvenidos. De momento, hay que quedarse con las cifras posibles que se recogen en las cuentas. Y las cifras posibles, pocas posibilidades ofrecen.
En busca de posibilidades se encuentran también los grupos políticos locales para el presupuesto del Ayuntamiento, que se ha fijado como fecha hasta el 22 de este mes, día de la lotería, para ver si el próximo año tenemos la suerte de estrenar nuevas cuentas. Las vamos a necesitar, aunque da la impresión de que el gobierno de coalición Ana González-Aurelio Martín va a tener que transigir en alguna de las grandes cuestiones que la oposición ha puesto sobre la mesa a través de la colección de enmiendas al borrador presupuestario. Los partidos han puesto caro el precio de la abstención, que equivale a la aquiescencia para facilitar la aprobación del proyecto, si nos centramos en un par de asuntos que llevan en sus propuestas, en principio irrenunciables para otorgar el consentimiento. Durante el tiempo que resta hasta el día del bombo veremos con qué firmeza defienden la recuperación del doble sentido de circulación en el paseo del Muro, que exige el centroderecha, o de la renta social, que reclama Podemos, para que ambas condiciones o una de ellas prospere. Hay que tener en cuenta que las dos reivindicaciones conllevan una moción de censura a la política desplegada por el mando único PSOE-IU en movilidad y auxilio social, las materias que protagonizaron estos dos años y medio de actuación municipal.
Colocar en el debate presupuestario la reapertura del Muro a los coches puede parecer chocante porque para ello no se requiere dinero sino simplemente voluntad o no de hacerlo. Más aún cuando la mesa de discusión sobre la reforma del paseo, al menos eso prometió el edil con competencias, se iba a abrir a mediados de este mismo mes tras el fiasco de la comisión especial. La rehabilitación de la renta social empieza a formar parte del catálogo clásico de exigencias mientras no se acomete de una vez una reforma de verdad del sistema de atención a los ciudadanos sin recursos porque los programas alternativos que se llevaron a cabo fueron un estrepitoso fracaso.