Hace quince años que ‘Noega’ asomaba la cabeza después de perforar la ciudad de este a oeste en la construcción del túnel del metrotrén. Aquel día celebrábamos la salida del ingenio mecánico como el principio de una revolución en el transporte público de Gijón con la penetración del ferrocarril desde El Natahoyo hasta Viesques por el centro urbano. Lo que entonces era impensable ni por los más escépticos es que el conducto subterráneo hacia esa revolución, década y media después de que se extrajera el topo, continuara vacío sin ninguna función por la insoportable inepcia política. La historia del plan de vías, sea cual sea su desenlace final, quedará ensombrecida por los desatinos partidistas que han venido defraudando a la ciudadanía mandato tras mandato. Por ello, cualquier planteamiento que se realice ahora, aunque tenga la mar de razón o sea de lógica pura, es recibido con incredulidad y hasta con desagrado por tanto hartazgo.
Resulta también desagradable reconocerlo, de poner coloradas a las instituciones, pero la mejor solución hallada en quince años de parálisis ferroviaria ha sido convertir el ‘solarón’ en el parque central del que ahora disfrutamos. Lástima que entonces no se hubiera extendido la ‘verdificación’ hasta Moreda, en una segunda fase, a tenor de como se prolonga el anquilosamiento. El paso elevado de Carlos Marx, una vez que fueron levantadas las vías, también dejó de tener sentido en todo este tiempo. Tendría que haber sido derruido ya en una intervención para favorecer la integración de la ciudad y habilitar una amplísima zona de estacionamiento en todo el entorno de la estación provisional, que como todo lo provisional se ha eternizado. Si hubiera sido así, Gijón no necesitaría mucho más espacios de aparcamientos disuasorios en la batalla contra el coche por el corazón urbano. La imagen, desde luego, mejoraría e incluso a algunos se les quitaría la obsesión por los plazos sin renunciar, eso sí, a la terminal intermodal digna que los gijoneses merecen por escalafón ferroviario.
Hace unos días la alcaldesa expresaba su satisfacción por el encuentro mantenido con responsables del Ministerio de Transportes para avanzar en el desarrollo del plan de vías. Una reunión en la que, por cierto, no participó ningún representante del Principado, socio igualmente del negociado, quizás más volcado ahora en construir la autovía de Amazon mientras se caen las carreteras del suroccidente. Pues bien, la alcaldesa salió del salón ministerial con la sensación del deber cumplido ante el respaldo de Madrid al nuevo plan municipal para el desarrollo urbanístico de Moreda y el ‘solarón’. Al ministerio le toca ahora elaborar un proyecto global de toda la infraestructura ferroviaria desde la reubicación de la estación. Un cometido lógico pues Adif tiene que afinar el engarce con el túnel del metrotrén y el emplazamiento de la terminal de la plaza Europa a partir de la futura intermodal. Pero seguimos sin plazos ni presupuestos por la sencilla razón de que tampoco se puede presupuestar nada ni establecer calendario alguno mientras no se obtenga el parabién medioambiental que avale la actuación y permita fijar las bases definitivas del proyecto completo. La tardanza en resolver la tramitación por parte de la Administración central es de juzgado de guardia. Por lo tanto, mucho me temo que llegaremos a dos mil treinta sin que crucen los cercanías por el agujero que el minador excavó.
La necedad aplicada en el plan de vías no se puede consentir en más actuaciones. Pongamos, por ejemplo, la remodelación del Muro. La propia alcaldesa, en el programa ‘la Lupa’ de Canal 10, anunció su disposición a una intervención inmediata en el emblemático paseo gijonés para recuperar la imagen que Gijón se merece. En eso creo que todos los gijoneses estamos de acuerdo ante el engendro que ahora tenemos.
El Ayuntamiento tiene que hacer un proyecto cuanto antes que lo dignifique, incremente su atractivo comercial y hostelero, atienda todas las necesidades de movilidad y sirva para que el Muro siga siendo motivo de orgullo de la ciudad. No hace falta abrir concursos de ideas, contratar a grandes gurús del urbanismo o de la arquitectura para su diseño o seguir gastando en estadísticas. Hace falta decisión y consenso. El Muro no es de un concejal ni debe de ser moneda de cambio de ningún partido. Está por encima de todo eso.