Se podría pensar que el rector magnífico, el primer gijonés que recibió los atributos desde Torcuato Fernández-Miranda hace setenta años, se inspiró en la fuerza mental y arrolladora de Rafa Nadal en la víspera de la presentación del plan estratégico de la Universidad para dar el raquetazo al grado de Deportes. Ignacio Villaverde, más de Gijón que el propio don Torcuato, remató la jugada por el centro, otorgándole la titulación a la capital en detrimento de lo que aspiraba esta villa en rivalidad con Mieres. Cumplió su palabra el rector. Hace justo un año, en este mismo periódico, decía que tomaría una decisión sobre los preciados estudios en el plazo en el que estamos y dicho y hecho. El argumento ofrecido sobre los motivos por los que la institución de todos los asturianos centraliza en Oviedo aquella enseñanza puede ser congruente con la racionalidad en el uso de los recursos. Allí se ubican todas las infraestructuras deportivas de la universidad y el profesorado de base. Hay una segunda explicación. La candidatura de Gijón, armada por la anterior corporación en la línea de la colaboración público-privada que tanto se promulga ahora, fue perdiendo fuelle en estos dos años. El grado, tal como estaba planteado, ofrecía dudas sobre su viabilidad teniendo en cuenta el coste prometido y el nivel de disposición de los equipamientos municipales. Conclusión: La propuesta no levantó en el gobierno local la pasión con la que sigue siendo defendida por los partidos de la oposición.
Son más preocupantes otras decisiones para el futuro universitario en esta ciudad. El plan de reordenación tiene luces y sombras. Entre las luces, prevé implantar la formación dual en las ingenierías, una cuestión unánimemente demandada; construir la residencia, que esperamos que sea así de una vez por todas; crear un máster y un doble grado en la Facultad Jovellanos, gratamente satisfactorios, y desarrollar el campus de la mar, que de momento solo es la expresión de una idea. Por el contrario, entre las sombras, los estudios de energías renovables, con todo su potencial en el campus gijonés, tendrán como destino Mieres, que con el tiempo albergará también el instituto de inteligencia artificial, pese a su estrecha vinculación con las ingenierías de datos e informática. Dos disciplinas que marcan la nueva era y que perderá Gijón a favor de Barredo sin la misma coherencia empleada para el emplazamiento de la carrera de Deportes. En este asunto no debería tener cabida tanto ‘fair play’.
El Sporting también ha sido protagonista en esta semana de política deportiva y universitaria. Además de la inyección de adrenalina con la llegada de Jony y demás refuerzos, la ampliación de las instalaciones de Mareo con la compra de la finca de las Palmeras es una magnífica operación para la entidad rojiblanca, relevante para el fútbol asturiano y de sumo interés para Gijón. El proyecto desvelado por este diario supondrá un aumento automático de su valor patrimonial y una diversificación de actividades ligadas al negocio deportivo que sin duda hará más atractiva la marca. Todo lo que suponga que el Sporting crezca es bien recibido. Más aún cuando el planteamiento revierte de manera beneficiosa a aumentar el orgullo de la afición, que es igualmente orgullo de esta ciudad. Con ese mismo sentimiento fue rescatado hace veinte años por el Ayuntamiento cuando estaba al borde de la extinción.
La sociedad rojiblanca prevé destinar una buena parte del dinero que recibe del fondo CVC a través de la Liga al desarrollo del proyecto, sin que en la agenda figure de forma inmediata la recompra de Mareo. No se conoce bien cuál es el plan de CVC entregando más de 2.000 millones al fútbol español para salvar de la crítica situación económica en la que se estaban metiendo la mayoría de los equipos a resultas de la pandemia. Lo cierto es que va camino de ser un ‘partícipe en la sombra’.
Pero a lo que vamos. El Sporting tiene cuatro años por delante para recuperar la propiedad de Mareo antes de que expire el acuerdo vigente con el Consistorio, prorrogado dos veces desde que se municipalizaron los terrenos en 2001. Y la voluntad de ambas partes es que la finca vuelva a ser de dominio rojiblanco. El Sporting mantiene el derecho preferente de compra para ejecutarlo en el momento debido. El Ayuntamiento facilitará el acuerdo aunque no puede hacerlo a cualquier precio. Sería una irresponsabilidad que el traspaso se produjera por debajo del coste del rescate para quienes se encargan de gestionar las arcas públicas. Si hace veinte años la administración local desembolsó nueve millones de euros por el suelo para evitar el naufragio, esa cifra tendría que marcar el inicio de la horquilla. El convenio incluye una revalorización anual del IPC que aplicada desde el primer año llevaría a un importe de recompra de 14,5 millones. En todo caso, una tasación conforme a mercado debe fijar el punto de partida.