>

Blogs

Ángel M. González

Viento de Nordeste

Lotería municipal

Seguro que una buena parte de los lectores lo recuerdan. Un alcaldón de una capital cercana se encontró recién estrenado el cargo con un montón de dinero en el cajón heredado del anterior al que le arrebató el bastón de mando y decidió gastarlo en renovar aceras, peatonalizar el centro histórico, colocar esculturas en las plazas y farolas isabelinas por todas las calles. El resultado fue una ciudad convertida en una extensión del salón de casa, decorada al estilo del primer edil, y la cosecha de votos en la siguiente contienda electoral fue mayor.
En aquel ahorro encontró la mejor de las loterías. Cualquier buen administrador lo sabe, pero la acumulación se tiene que hacer sin pasar penurias ni necesidades, lo justo para vivir con desahogo y a sabiendas de que todo aquello que ahora no se gaste lo gastarán luego los que vengan. O lo malgastarán. Viene ello a cuento de los 55,4 millones de euros que tiene en ‘cash’ el Ayuntamiento de Gijón por el cuidado al que ha venido sometiendo las cuentas el gobierno de Moriyón por ventura para la ciudad, todo hay que decirlo.
La austeridad como principio máximo, aquí y en todas las administraciones por lo general, no consiste más que en emplear el dinero que realmente se tiene en servicios y obras para los ciudadanos, sin dispendios ni mayores agujeros, destinando, eso sí, una pequeña parte a pagar las deudas. La austeridad mal entendida, por el contrario, es recortar y recortar, que es lo que se ha venido aplicando en los últimos años en las instituciones como normal general. Pues bien, si en el proceso de sumas y restas se produce un sobrante, como ha ocurrido en Gijón, mejor; pero si el remanente se obtiene al dejar por el camino necesidades sin atender, presumir de ello es una falta de consideración hacia los administrados.
La oposición, en el ejercicio del papel que le ha tocado, considera que el superávit de tesorería tiene una sola explicación, la incapacidad del equipo que manda en el Consistorio para ejecutar el presupuesto. Los regidores, claro está, defienden que es producto de una buena gestión. En realidad hay de las dos cosas: imposibilidad para gastar lo previsto en el ejercicio y buenas maneras. Lo cierto es que Gijón se ha convertido en uno de los casos excepcionales de lo ocurrido el año pasado en el mapa municipal español. Los ayuntamientos gastaron 1.000 millones más de lo previsto en 2015 y esta enorme desviación, sobre todo en las grandes ciudades, se produjo por los costes de personal y de estructura. Inversiones, pocas.
El gobierno municipal ha explicado que de esos 55,4 millones de remanente, 37,7 millones ya están comprometidos porque están afectados por actuaciones plurianuales, pero el resto se incorporarán al presupuesto prorrogado de este año si el plenario lógicamente lo autoriza. Once millones se destinarán a la amortización de deuda y más de seis, a la realización de nuevas obras. Es decir, en medio de la parálisis que sufre este país y esta región, hay un municipio osado que invierte. ¿Acaso esta ciudad tiene todos los décimos?

Sobre el autor

Periodista del diario EL COMERCIO desde 1990. Fui redactor de Economía, jefe de área de Actualidad, subdirector y jefe de Información durante doce años y desde febrero de 2016, director adjunto del periódico.


mayo 2016
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
3031