El tema racial está siendo clave en esta campaña electoral estadounidense. La noticia sobre el frustrado intento de asesinato de Barack Obama por un grupo de neonazis ha dado la vuelta al mundo. Su objetivo: evitar que un afroamericano llegase a la Casa Blanca.
La discriminación por el color de la piel es una de las pocas cosas que podrían dar la vuelta a estos comicios. De hecho, algunos expertos aseguran que las encuestas actuales son engañosas, debido a que muchos estadounidenses no reconocen públicamente ser racistas, pero luego obran –y votan- como tales.
En el caso del de Honolulu el color de su tez podría –tristemente- ser un hándicap en su contra, aunque de momento no parece que así sea. Pero no todo es por méritos propios. El mal papel de John McCain y Sarah Palin a la hora de captar el voto afroamericano, hispano, asiático o haitiano americano ha ayudado mucho a que el Senador por Illinois siga por delante en la carrera hacia el Despacho Oval, según los sondeos de intención de voto.
Para muestra, un botón. Hace apenas unos días el candidato republicano retiró su propaganda política en español por falta de fondos, dando así por perdidos los votos de los hispanos indecisos. Sin embargo, esta semana su compañera de cartel, la candidata a la vicepresidencia Sarah Palin, apareció en Virginia acompañada por “Tito el constructor”, un inmigrante colombiano nacionalizado estadounidense. Actuaciones éstas que, además de resultar contradictorias y carentes de efecto, son poco menos que ridículas en una campaña electoral seria.
Precisamente por ello, Obama puede tener un apoyo con el que McCain no había contado: el de las minorías étnicas no afroamericanas que viven en Estados Unidos. Una población que, en el año 2050, ya será mayoría en el país. Y que ahora puede otorgar a uno de los dos la llave del 1600 de Pennsylvania Avenue. Pronto lo veremos.