La estrategia de John McCain en la recta final de la carrera presidencial estadounidense parece probar que el veterano de guerra no sólo no espera ganar las elecciones del próximo 4 de noviembre, sino que además tiene miedo de perder estados tradicionalmente republicanos. Lugares en los que históricamente no hacía falta ni siquiera hacer campaña y que, en estos momentos, podrían variar de color en el mapa político norteamericano. Es como si cambiara su meta de llegar a la Casa blanca por la de evitar una debacle para su partido. Y así no se gana. Ni en política, ni en nada.
Las encuestas siguen dando como favorito a Barack Obama por una diferencia de entre 5 y 11 puntos. Y ni McCain ni Palin saben qué hacer para contrarrestar esta tendencia. De hecho, mientras el de Honolulu se dedica a expandir los tentáculos demócratas por la nación, visitando estados en los que ganó George Bush en las últimas elecciones, el republicano se ha dedicado a afianzar regiones como Indiana y Carolina del Norte, donde su partido ha arrasado durante décadas. Mala señal para una campaña que huele, cada vez más, a derrota.
Y es que ni siquiera las encuestas negativas consiguen que John McCain varíe su discurso. Continúa aferrado a la descalificación y empeñado en asegurar que su oponente subirá los impuestos y el gasto público. Pero los estadounidenses ya están cansados de escuchar lo mismo durante meses, y el fuerte efecto que tuvo en su momento esta afirmación se ha diluido. El demócrata, por su parte, ha vuelto a variar sus alocuciones públicas, concentrando la atención del país. Su mensaje: la necesidad de que Estados unidos permanezca más unido que nunca después de unas elecciones tan duras. Un toque patriótico que probablemente le hará ganarse a muchos indecisos.
Por si fuera poco, Obama tiene otro as en la manga. Su recaudación es tan superior a la de su competidor que en la última semana antes de los comicios puede inundar –literalmente- los medios de la nación con su propaganda electoral. Así lo insinuaba uno de sus consejeros, sabedor de que el republicano no podría responder. Es decir, que mientras McCain intenta salvar los muebles, podrían darle el golpe de gracia.