El publirreportaje de Barack Obama emitido en las tres principales cadenas estadounidenses (Fox, NBC y CBS) puede ser el último gran golpe a la carrera presidencial en el país de las barras y las estrellas. Emitido en la media hora de máxima audiencia, con una producción casi cinematográfica –contó con la colaboración del director Davis Guggenheim- y un presupuesto de tres millones de dólares, el senador por Illinois emocionó a cuantos se encontraban en aquel momento frente al televisor. Ahora parece más reforzado que nunca.
Obama mostró su lado más humano, pero también su vertiente más firme. Afirmó haber conocido en carne propia las dificultades a las que se enfrenta la clase media estadounidense, especialmente en cuanto a la sanidad, el empleo y la educación, y prometió cambiar esa realidad. Abogó por la unidad y la esperanza frente a la división y el miedo. Aseguró que sería inflexible en la lucha antiterrorista. Y concluyó el programa en directo ante una audiencia enfervorizada a la que anunció que “juntos cambiaremos este país y cambiaremos el mundo”. Casi nada.
Como estrategia electoral, el publirreportaje es probablemente el arma más potente que se ha visto en esta carrera por la presidencia. Directo, humano, de calidad, convincente y con historias que tocan a todos los estadounidenses. Los portavoces de John McCain, por su parte, se apresuraron a enviar un comunicado en el que aseguraban que Obama era mejor vendedor que producto. Es una posibilidad, pero aún no lo sabemos. Lo que está claro es que, efectivamente, el de Honolulu se vende bien. Muy bien. Domina la cámara, los gestos y la oratoria. Y eso le ha llevado a encandilar a gran parte de la población de Norteamérica y del mundo entero.
Lo mejor para Obama es que ahora McCain no tiene ya tiempo de reacción. Ni tampoco fondos para contragolpear de forma efectiva. Al veterano de guerra poco le queda por hacer aparte de batallar en los estados clave… y esperar que las encuestas no sean precisas.