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Adrián Ausín

Campo y playu

Qué Marbella ni qué mi madre

Sales de trabajar a medianoche, exhausto, sudado, agotado, como si acabaras de sacar les pates de un ring periodístico (cuatro monos currando, tropemil actos en el día, un atraco, unos montañeros accidentados…) y coges la moto rumbo a las fiestas de Deva. Gijón está que arde. Es sábado. Hay luces y bullicios humanos por todas partes. Gente y coches en Álvarez Garaya, ambiente en el Parchís, más aún en Capua, sales al Muro y está el paseo muy animado, con haces de luz que vienen de Cimavilla, por un lado, y de la Ería del Piles, por otro. Está Gijón a reventar de ambiente en estos días de agosto. Y hay fiestas además en cuatro parroquias rurales. Yo tiro pa Deva. No asomo la nariz por una romería desde hace años y siento curiosidad. Allí anda mi tropa pasando la noche. Así que voy en la moto recibiendo unas curiosas gotas de agua que caen como por despiste tras un día pleno de sol. Después de Casa Yoli, me informan, la fiesta se encuentra ‘dos caleyas a la derecha’. Sigo las instrucciones y acaba emergiendo tras una curva el clásico recinto iluminado rodeado de barracas. Aparco ‘en la misma puerta’.

Son casi las doce y media de la noche cuando, en mitad del prau de la fiesta, amarillo y sabrosamente oloroso tras la lluvia fina caída, intentas otear a tu harén: a la esposa, a la cuñada, a las sobrinas. Todo un rebaño de muyeres a las que me propongo poner a bailar como el más intrépido Tony Manero de les romerías gijonesas. Pero el hambre aprieta. Lo primero es lo primero. Sin probar bocado desde las tres de la tarde, de repetente el estómago recuerda su existencia y cruje. Tras hallar a las chicas, las dejas en la pista bailando con el grupo Taxi, y te vas a la barra. Pides dos botellas de sidra y preguntas por si acaso: ¿No quedarán sardinas? En Deva, el sábado noche regalaban sardinas, habían dado dos por barba a partir de las 21.30 horas hasta presuntamente agotarlas. Han pasado tres horas y la pregunta es sólo por si acaso, por si toca la flauta. Entonces recibes una respuesta celestial, tras un gesto de duda del cámarero. ‘Espera un momentín. Voy a ver’. Se va a la trastienda y al cabo de dos minutos infinitos vuelve con un plato con ¡cinco sardinas! y unos trozos de pan. Me apetece abrazarlo. Escancio un culín, llamo por el móvil a la esposa y le digo que voy a cenar en la barra, por si quieren acercarse a por la sidra. Empiezo con la primera sardina, cogida con deleite con las manos. Espectacular. Cojo pan. Sigo con la segunda. Me pongo otro culín. Otra sardina. Otro trozo de pan. Ummmm. Ahhhhh. Ohhhhh. El disfrute, tras una peonada periodística agotadora, insufrible, imparable, no tiene palabras en el diccionario para su adecuada descripción. Sólo interjeciones. Ummm. Ohhhhh. Ahhhh. Jamás en mi vida he disfrutado tanto con unas sardinas; tiernas, jugosas, aún calientes, recién llegadas de la plancha, las últimas de Filipinas, pero en Deva. Cuando llega mi parroquia femenina ven mi cara de felicidad y ríen. Recuerdan entonces lo riquísimas que estaban, aunque sólo comieron dos. Yo acabo de apurar la quinta y no dudo en coger la primera para rebañarle la cabeza, luego hago lo propio con la segunda, con la tercera y con la cuarta. Cuando sólo quedan las raspas, cogemos la sidra y volvemos todos al prau; en mi caso levitando. Acaba Taxi su concierto y empieza un DJ con su discoteca móvil. Toca bailoteo.

El prau tiene una agradable media entrada y está rodeado de barracas muy iluminadas. Nadie usa las escopetas de perdigones, pero su presencia da ambiente. Con la sidra en el suelo, atendemos al DJ, que ruge en el escenario. Gordo, con pantaca corto y una sobredosis de energía, se arranca con bromas fáciles, tacos a mansalva y música. Empieza con un homenaje a Preciado que corta un poco el ambiente. Ponen imágenes suyas y suena la música. Luego da un repaso por los 70, los 80, música italiana, lambada, etc, etc. Cuando te quieres dar cuenta estás bailando ‘Follow the leader’ como si tal cosa. Si me ven los chicos de prácticas del periódico me pierden el respeto de aquí a la eternidad, piensas (los demás ya lo han hecho hace tiempo). Pero nada. Mirada al frente. Izquierda. Izquieeeerda. Derecha. Dereeecha. Follow the leader, follow the leader. Entonces el DJ dice que como hay crisis las tres gogós que van a salir al final del espectáculo son unes primes que tien en Piloña. La broma es fácil, pero ríes. Pasadas las dos y media de la mañana, ya le has dado a tu cuerpo alegría macarena, las sobrinas quieren marchar y la tropa pone rumbo a Arroes, ellas en coche y tú en moto. La romería sigue su curso. Y tú subes el Infanzón guiado por una luz tenebrosa que apenas te ilumina los dos metros posteriores. Vas feliz, relajao, recibiendo la fresca del verano en la cara, mientras bailas mentalmente ‘Follow de leader’ en tu cabeza. En las curvas previas al alto, Gijón se asoma a la izquierda pletórico de neones, de amplitud, de sabor marinero. Sabes que la noche está a tope; en la playa, en Cimata, en el Piles, en Fomento… Y te dices: ‘Qué Marbella ni qué mi madre, ¡Xixón!’. Cuando milagrosamente llegas a destino en San Miguel de Arroes tus pensamientos patrios han obrado el milagro y tu indumentaria se ha trasmutado hasta tal punto que cuando bajas el pie al suelo para poner el caballete de la Vespa te descubres con sandalias, faldones, espada y casco. Pelayo ha tomado tu ser por entero. Alzas la espada al cielo y gritas a la bóveda del cielo: ‘¡Xixoooooon!’. El alarido se despliega por toda la bóveda celeste de Gijón y Villaviciosa; recibiendo apenas por tímida respuesta el sonido inconfundible de una lejana banda de gaviotas. Así te acuestas, feliz y vestido, como un playu redimido.

pd.-¡Gaudosia! Apaga la luz, ho.

(sonaba mejor Adosinda, pero la muyer ye la que ye)

Temas

Gijón y otras hierbas

Sobre el autor

Adrián Ausín (Gijón, 1967) es periodista. Trabaja en el diario EL COMERCIO desde 1995. Antes, se inició en la profesión en Bilbao, Sevilla y Granada. En 2019 escribió para el Ateneo Jovellanos el catálogo 'Gijón Escultural'. Luego publicó la novela por entregas 'Cilurnigutatis Boulevard' en Amazon (2021). De la comedia pasó a la tragedia, sin anestesia, en la distopía 'El buen salvaje' (2022), donde denuncia los peligros para el hombre del abuso de las nuevas tecnologías. 'García' (2023) se pasa al costumbrismo con todos los ingredientes de la novela clásica, ambientada en el Gijón de 1979.


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