¡Esti ye el auténtico Maicol, no el tuyu!, le grito a la muyer a través de la puerta del baño. Ella se está duchando y yo acabo de arrancarme en un frenético baile por la sala al ritmo endiablado de ‘Banzai’, el temazísimo del ‘Rock and Ríos’, del mismísimo Miguel Ríos. Ella es fan de Michael Jackson desde la adolescencia y un servidor, sin despreciar algunos buenos temas del ñegru/blancu, vibra con clásicos de ayer y de hoy. Y qué mejor clásico que el megadisco de Miguel Ríos para salir de la cama un domingo por la mañana, desayunar y llenar la casa de vida con ‘Banzaaaaaai’. Cuando entra Salvador con la guitarra eléctrica no puedo contenerme. Estoy haciendo la cama. Paro. Giro sobre mí mismo y me arrojo al vacío central de la sala corriendo como un loco, simulando que toco la guitarra, pegando pequeños saltos contenidos, como si rematara de cabeza un córner de Ferrero en El Molinón y gritando. Antes de empotrarme contra la puerta de la calle, doy una media vuelta de nuevo para quedarme en el epicentro de la casa vibrando, rugiendo, lanzándome contra el techo.
Entonces Miguel Ríos dice en medio de la canción que nos va a dar “gusto, gusto del bueno”, lanza un pequeño alarido y grita: “Banzai” (replica el público), “Banzai” (replica el público), “Banzaaaaaaaaaai” (replica el público), “Banzaaaaaaaaaaaaaaaaaa aaaaaaaaaaaaa aaai”. Y entra Salvador con la guitarra. Lo estoy poniendo de nuevo. Esto es la gloria. Marcha de la buena. “Contra la violencia, imaginación; ye-e-ey”. La música alegra la casa, las ventanas están abiertas de par en par y tú te inyectas tu dosis mañanera de rock n roll para darte “gusto del bueno” como dice nuestro Mikel Rivers granaíno. “Esas palmas”. “Ey”. “A sí me gusta”. “Uh”…. Estoy escribiendo mientras escucho una vez más la canción y tengo que saltar de la cama (pues aquí tengo mi despacho matinal) y dir de nuevo a la sala, esta vez en calzones, a volver a menear la cabeza hacia todos lados. Luego, algo más reposado, seguiré con ‘Reina de la noche’, ‘Año 2000’, ‘Sueño espacial’, ‘Un caballo llamado muerte’, ‘Santa Lucía’, ‘El blues del autobús’, ‘El himno a la alegría’, ‘Nueva ola, ‘La basca vacila’, ‘Mis amigos dónde estarán’… Buf. Agotado me deja. Exausto. Feliz.
Otras veces, el sábado o domingo o cualquier día por la mañana apuesto por la banda sonora de ‘La naranja mecánica’ a todo volumen. Entonces llego al éxtasis en los compases previos al estallido de coros cuando suena un instrumento agudo haciendo un bailoteo celestial. Yo lo imito con los labios y también me vengo arriba. Hay que empezar las mañanas con música. Levanta el cuerpo y el espíritu, algo de lo que Beethoven sabía un rato. Pero también, cambiando de palo, puedo poner a Lady Gaga a toda pastilla. Pura energía, chorro de voz, optimismo, juventud. Hay un amplio repertorio de canciones enérgicas con vitaminas idóneas para el desayuno. Ahora bien, entre todas ellas, sobre todas ellas, por encima de todas ellas, me recreo estos días en ese ‘Rock n Ríos’ de 1982 que es la caña de España. ¡Gracias, Maikol!
(Dizme la Mayor que el su Fifo ye de los míos. ¡Va por Fifo!)