Los directivos de las asociaciones de vecinos son un ejemplo de dedicación y una ayuda constante para mejorar la ciudad.
No se me ocurren páginas más inspiradoras para cerrar el año que las publicadas como apertura por LA VOZ DE AVILÉS-EL COMERCIO el pasado 31 de diciembre, en las que se daba cuenta de la ‘cumbre’ organizada por el propio periódico con los dirigentes vecinales, presidentes y directivos de las asociaciones de vecinos de la ciudad.
Estamos, en mi opinión, ante la esencia de lo que significa el voluntariado social -junto con los directivos de las entidades deportivas no profesionales y los voluntarios de las oenegés- como herramienta de solidaridad con los demás sin esperar a cambio ningún tipo de compensación, salvo la de ver los resultados de una labor que busca como objetivo la de mejorar el entorno más cercano. En tiempos de un individualismo exacerbado, estas personas ponen el foco en la comunidad, en definitiva en mejorar una sociedad para hacerla más humana y más igualitaria.
Nada menos que catorce dirigentes hicieron balance y expusieron su particular ‘carta a los reyes magos’ en representación de los vecinos del centro -Pedro Menéndez-, El Quirinal, El Carbayedo, Jardín de Cantos, El Nodo, San Cristóbal, La Magdalena-Grandiella, Versalles, Villalegre, La Luz, Llaranes, La Carriona, Miranda y Valliniello. Es decir, la carta escrita por los que mejor conocen los problemas cercanos, los de sus barrios y sus vecinos: las obras de la muralla, mejora de servicios y horarios de autobús, adecuación de las sedes sociales de las propias asociaciones, viviendas, canchas polideportivas para jóvenes, mejor cobertura digital, seguridad vial, ocio juvenil, mantenimiento del mobiliario urbano, modernización general de los barrios, aparcamientos…
Todo un programa electoral hecho por una escuela social por la que deberían pasar todos los políticos -muchos de ellos es cierto que procedieron históricamente de ese ámbito en esta ciudad-, antes de ocupar cargos a los que nadie sabe cómo han llegado. O sí. En algún caso, se sabe de sobra.
En las reivindicaciones de esos directivos vecinales encontraremos la esencia de lo que debe suponer una mejora constante de la ciudad y de sus barrios para asegurar un futuro mejor para todos. Una ciudad amable que dé respuesta a las demandas de las personas que viven aquí, pero también de las que llegan de fuera y de las que se pueden atraer a poco que se reactive la generación de empleo, sobre todo el ligado a la industria innovadora y al mundo tecnológico.
No es que uno tenga la vocación de ir en contra de la corriente expresada desde poses políticas en busca de presencia fácil en los medios, y también en redes sociales, ese lugar en el que se concentra el mayor número de premios nobel por pantalla, los que siempre están en posesión de la verdad, sentencian, insultan con una facilidad pasmosa y tienen soluciones para todo. Faltaría más.
Pero frente al Apocalipsis, datos y rigor, como siempre. Los últimos aportados por el registro civil y el padrón municipal parecen, como mínimo, cambiar la tendencia respecto al decrecimiento de la población de Avilés. El registro nos indica que el número de nacimientos en la ciudad, 713, nos lleva hasta 2017 para encontrar un dato más positivo que éste, mientras que las defunciones, 1.209 el año pasado, nos obliga a ir hasta 2014. No solo se ha corregido la cuesta abajo en uno y otro caso, sino que los datos son esperanzadores. Y lo corrobora el padrón municipal, que a 15 de diciembre pasado contabilizaba 1.367 habitantes más en Avilés, situándose ahora en 76.885. No es para decretar un día de fiesta, pero para sí quisieran muchas ciudades medias de este país anotar ese cambio de tendencia. Y también de Europa. A veces, el ruido de esas poses políticas y de esas redes sociales impiden que los análisis de situación tengan en cuenta algo más que la calle en la que uno vive. El drama de la pérdida de población y el envejecimiento asuelan todos los rincones de Europa, sin que España sea el alumno más destacado.
Por eso es importante la labor de esos directivos vecinales, que son los que mejor evalúan el pulso y el estado de la ciudad. Hay que hacerles caso cuando nos dicen, por poner un solo ejemplo, que la iluminación navideña de la ciudad ha sido en general mediocre, cuando no rotundamente mala. Se echa de menos la opinión de los que censuraban la labor de la UCAYC durante años, que tuvo que hacerse cargo de esa iluminación con escaso apoyo y críticas excesivas, incluido algún ajuste de cuentas particular. ¡Qué silencio!
Si el debate inicial de la necesidad de la iluminación navideña es esencial para dinamizar el comercio y la hostelería y existe un consenso general sobre ello, el Ayuntamiento debe redoblar la apuesta. Que en Vigo no haya una mesa libre para comer o cenar en el mes de diciembre si no se ha hecho una reserva con un mes de antelación, debe servir de ejemplo. Al margen del programa de actividades navideño, que ha sido variado y en general más que aceptable, se haría bien en explorar las posibilidades que ofrece esa novedad de la iluminación particular de las viviendas, edificios enteros, un concurso, con muy escasa difusión, que se puso en marcha en colaboración con la UCAYC. Puede ser un éxito que acompañe de forma extraordinaria -uno más uno son mucho más que dos en las sinergias de este caso- a una iluminación de las calles que exige grandes presupuestos. Echando a volar la imaginación, podríamos adivinar la imagen de toda la ciudad si se repitiera el ejemplo de esos edificios de la calle Fuero que ilustran este artículo.
Ahí es donde esos directivos vecinales pueden seguir ayudando con sus aportaciones, cumpliendo la máxima del Dalai Lama: «Casi todas las cosas buenas nacen de una actitud de aprecio por los demás».
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 7 de enero de 2024