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Víctor Manuel Márquez Pailos

Desde el silencio

La pecera

La sencillez, solo en el trato. Cuando se aplica a la vida, en general, se mata, porque la vida no es sencilla.  Es como vaciar una pecera y dejar a sus criaturas en el aire. Como el agua al pez, así la sencillez conviene al trato. En las sociedades de consumo todo es fácil, todo es sencillo. También las cosas de la vida. Dos ejemplos se me ocurren, tal vez al caso. El primero, tomado de la religión. El segundo, de la irreligión, es decir, de la violencia por odio o amor a la religión. Ambas son, en realidad, dos maneras de sentir la misma vida.

A muchos creyentes les oímos ensalzar la “sencillez evangélica”. Los relatos evangélicos son fáciles de comprender. Los sesudos teólogos, en cambio, muy difíciles de leer. La teología viene a ser un lujo para unos pocos. La fe sencilla se ilustra con los relatos evangélicos no ya porque no comprenda la teología sino porque ni siquiera la necesita. Así ha sido, de hecho, durante siglos. Aún hoy la teología es una complicación. La fe evangélica, en cambio, de una sencillez encantadora: ¡bienaventurados los que crean sin haber leído!

Pasemos al otro ejemplo, el de la irreligión. Hoy tememos todos el terrorismo islamista. El miedo, como su contrario, la fe o la confianza, es otra manera de sentir la vida. También al miedo se le ha aplicado desde antiguo el remedio de la sencillez. Por eso, ante problemas complejos como éste de la amenaza terrorista a escala global, se proponen “soluciones sencillas”, cuya aplicación resultaría no ya contraproducente sino, tal vez, funesta: guerra sin cuartel, cierre de las fronteras, expulsión de los musulmanes…La fe, como el miedo, que es otra manera de creer, ¿no deberían ser más humildes y seguir buceando en la pecera de nuestro corazón?

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