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José María Urbano

Diario de un confinamiento

¡Viva el 99 por ciento!

Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa

Día 5. 

18 de marzo 2020

 

Hace un par de semanas Guillermo Ulacia me recomendó la lectura de ‘El desmoronamiento’, una crónica íntima de la nueva América escrita por George Packer, un periodista de la escuela del The New Yorker, que a lo largo de 521 páginas y haciendo protagonistas a varios personajes trata de analizar los treinta últimos años del declive americano. Packer se fija en dos ciudades principalmente, Ohio y Tampa (Florida), la primera la de los potentes hornos altos con sus empleos seguros y buenos sueldos, la segunda basada en el pujante turismo. Y en ambos casos, paradigma de un progresivo desmantelamiento que no ha podido disimular el espejismo actual de la economía norteamericana, la que vende el pleno empleo, pero en la que la diferencia entre ricos y pobres ha sobrepasado ya todos los límites. La América en la que millones de personas sin asistencia sanitaria quedan expuestas a las consecuencias de la actual pandemia. Esa sanidad norteamericana en la que el test del coronavirus se sustancia previo pago de entre 800 y 1.500 dólares. Esa América en la que la caricatura del Leman Brothers provocó la descomposición de ciudades enteras, desahucios, cierre de empresas y desigualdades.

Guillermo Ulacia me recomendó el libro cuando en aquellos días intercambiábamos puntos de vista sobre el futuro de Asturias y me comentaba que, ojo, en una región como la nuestra con un grave problema demográfico, con una industria con verdaderos problemas debido a las condiciones impuestas sobre los procesos exprés de descarbonización que propugna el Gobierno de España, por encima incluso de las exigencias europeas, y con una hoja de ruta sobre innovación que necesita mucho más que buenas intenciones, a lo mejor nos veíamos reflejados en ese “desmoronamiento” que Packer dibuja sobre Estados Unidos.

Así que, una vez puesto a la faena, he de decirte, querido Guillermo, que he dejado la lectura del libro. Espero que no te parezca mal. Y lo he dejado por dos motivos.

Primero, porque yo, como todo el mundo, trato de evitar el entrar en depresión, pensando que solo llevo cinco días encerrado en casa. Sin obviar lo que nos está pasando día a día -que por supuesto no lo obvio y por eso la congoja no me llega al cuello, como a todos-, procuro evitar en la medida de lo posible todos esos agentes externos que vienen a perturbar aún más lo que es una situación muy grave. Y por eso sé que la lectura del libro, vistos los comienzos, me va a alterar un poco más. Tiempo habrá para acabarlo.

Segundo, porque creo sinceramente que cuando salgamos de esta el mundo va a ser diferente. Ignoro lo que va a pasar en este tablero de la geopolítica que se está jugando en este momento, en donde el drama del virus no impide que se esté mirando de reojo los movimientos de cada país, de cada continente. Igual el coronavirus encierra otros misterios.

Nada va a ser igual. Nada.

Las medidas adoptadas por el Gobierno español en el plano económico parecen, en líneas generales, las adecuadas para no dejar a nadie en la estacada. Habrá matices –parece que lo de los autónomos ya está en vías de solución-, pero, insisto, en líneas generales la apuesta es muy importante y va en la buena dirección. Si acaso, alguien entendido, y yo no lo soy, debería explicarnos si esas medidas para que aguante el sistema financiero son realmente efectivas para las empresas o para los bancos.

En cualquier caso, a nadie se le escapa que va a haber drama económico y drama laboral en los próximos tiempos. El turismo, que había sustituido a la construcción tras la crisis de 2008, y que supone el 15% del PIB y del empleo, va a tardar tiempo en recomponerse y dependerá además del fomento del turismo interno, pero también de la renta per cápita que quede tras este desastre. El Gobierno ha blindado a las empresas estratégicas españolas para evitar las incursiones extranjeras en su capital,  que podrían aprovechar las enormes pérdidas generadas en el Ibex 35 desde el pasado 19 de febrero, un 35 por ciento de su capitalización, unos 186.000 millones de euros. Un bocado apetecible para fondos de inversión de toda condición y procedencia, incluida la china y la norteamericana para seguir alimentando la guerra por el poder tecnológico que hace tiempo que vienen librando.

Dicho lo anterior, ¿quién puede vaticinar lo que va a pasar cuando se supere esta pandemia? ¿Despertará la Unión Europea? ¿Habrá un nuevo orden mundial? ¿Nuestros políticos, todos, y nuestros funcionarios (mejor les llamábamos servidores públicos, no lo deberían olvidar, con privilegios que no tienen el resto de trabajadores y técnicos cualificados) se van a comportar de otra forma orillando los intereses particulares y los de sus clubs de fans, que es en lo que han convertido sus respectivos partidos políticos?

Por eso, insisto, querido Guillermo Ulacia, he aparcado el libro.

 

Una persona lleva la compra por una de las calles de Avilés. Foto: Omar Antuña

Y me sigo fijando, en este quinto día de confinamiento, en lo que tengo más cercano. Hoy, esta mañana, he salido por segunda vez a la calle. Los tres minutos de ayer para tirar la basura, hoy han sido algunos más para ir a hacer una compra mínima que nos permita tirar ya en esta casa de dos habitantes sin salir para nada hasta pasado el fin de semana. Fui a la panadería y a una tienda cercana a la que se le había hecho un pedido telefónicamente, por lo que solo quedaba recogerla y pagar con tarjeta. Y fui en coche, por tres motivos: para encender el motor y que la batería no tenga problemas; para evitar cruzarme con personas y que ellas se crucen conmigo; y tercero, por comodidad, que sigo con la bicicleta estática todas las mañanas y no va a ser plan pasarse ahora de ejercicio, que no está este cuerpo muy entrenado.

Conclusión. Lo mejor de todo esto que nos está pasando es comprobar que al 99 por ciento de la gente, cuando se tiene que poner seria y colaborar, como ahora, no hace falta hacerle indicaciones. Sabe lo que hay que hacer. Colas manteniendo los dos metros de distancia, mucha gente con guantes, los empleados de las tiendas con todo ordenado. Y silencio. Los dramas siempre invitan al silencio.

Por eso hay que estar contentos, porque con una sociedad así ¡¡¡cómo no vamos a salir adelante!!! ¿Quiénes son esos Ponsatís  (‘De Madrid al cielo’, refiriéndose a los muertos por la pandemia) rufianescos que suponen el 1 por ciento de descerebrados y que coinciden todos ellos en la dudosa honorabilidad de sus progenitores? Pues eso: nadie. Y cuando todo esto pase, los ‘nadie’ van a ser nadie más que nunca. Lo veremos porque el esfuerzo sobrehumano de toda la sociedad en este momento no va a permitir que estos personajes sigan insultándonos a todos.

Un consejo, por insistir. Informaros a través de medios serios. La redes sociales cada día que pasa van sumando disparate tras disparate. Leer periódicos hechos por grandísimos profesionales, como el mío. Por cierto, que aquellas personas mayores, con problemas de movilidad o que no puedan salir de casa, tienen la oportunidad de recibir La Voz de Avilés y El Comercio en sus domicilios, sin coste adicional alguno por ese servicio. Simplemente hay que llamar al número de teléfono 985 179 833, de nueve de la mañana a dos de la tarde y de lunes a viernes. Los periódicos, esencia de un sistema democrático y de la libertad, hoy son más necesarios que nunca.

Mientras tanto, ánimo. De todo lo que se dice y de lo que se lee, lo más importante para superar esta crisis es quedarse en casa.

Juntos lo vamos a conseguir. #YoMeQuedoEnCasa

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Sobre el autor

José María Urbano, periodista, exjefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico. Jubilado. Este es un blog especial con fecha de caducidad. Nace a modo de diario de un jubilado confinado en casa, como la mayoría, por culpa de la crisis sanitaria del coronavirus, con el único objetivo de compartir alguna reflexión, alguna información y algún enlace que nos ayude a todos a sobrellevar esto de la mejor forma posible. Sin más afán que ese, huyendo a ser posible de la política y de la sobreexcitación informativa. Vamos a intentar pasarlo lo mejor posible. Curiosamente, este blog desaparecerá el mismo día que se decrete el final del confinamiento. Ese día nos iremos todos a la calle a celebrarlo