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José María Urbano

Diario de un confinamiento

El precio de la vida

Reflexiones desde el #YoMeQuedoEnCasa

Día 14. 

27 de marzo 2020

 

Me viene a la memoria un día como hoy cuando hice la mili en Infantería de Marina, 18 meses de ‘servicio’, sin novia, familia, amigos ni trabajo, manda carallo (y acudo al gallego porque Ferrol fue mi casa durante la mayor parte del tiempo) y recuerdo que el mismo día que nos licenciamos los mandos de la compañía nos invitaron a una comida en un restaurante de Valdoviño –sitio de playa en verano, hoy paraíso de surferos–  y el coronel me designó a mí para que dirigiera unas palabras al final del almuerzo a modo de despedida. Salí como pude de aquel lío, apelando a los compañeros y amigos para siempre, al buen trato de los mandos, en fin, esas cosas que el buen sentido y la educación te aconsejan en aprietos como éste. Fui muy aplaudido. Pero cuando salimos ya a la calle, dispuesto a coger el petate y el tren, se me acercó un capitán y me dijo: “El discurso estuvo muy bien, pero al final tuviste un error importante porque no gritaste ¡Viva España!”.

La verdad es que nunca, ni antes ni ahora, me ha ido la marcha de la patria y esas cosas. Me basta con respetar las ideas y las aficiones de cada uno y listo. Pero hoy he tenido como un pequeño escalofrío y de repente he sentido que, coño, me estaba alegrando de ser español, casi, casi, eggpañol, así como suena.

El que haya llegado hasta aquí en la lectura de esta página catorce del diario estará pensando: ¡vaya, las batallitas de la mili del abuelo Cebolleta!

Pues no. Ninguna batallita. Hoy me he sentido afortunado de ser español tras ‘viajar’ a Estados Unidos y encontrarme en el Washington Post con Scott McMillan, vecino de California, 56 años, abogado, que  hizo una reflexión en twitter –yo la basura la sigo tirando a la vuelta de la esquina– sobre si no sería acertado en esta crisis sanitaria global plantearse en Estados Unidos si merece la pena que sigan viviendo ‘los viejos’. Este fue su tuit: “El problema fundamentalmente es si vamos a arriesgar toda la economía para salvar al 2,5 por ciento de la población, lo que es (1) generalmente costoso de mantener y (2) no productivo”.

No me digáis que no es enternecedor lo de Scott. Total, 8,2  millones de estadounidenses que habría que fumigar y hala, listo, ¡viva la economía productiva! Entre las reacciones que le fueron llegando figuraban nueve amenazas de muerte. Y un mensaje de su madre que tiene 78 años: “hijo, yo no me quiero morir”. Y claro, quitó el tuit y pidió disculpas a su manera, porque en el fondo lo estaba haciendo a regañadientes.

Y fue en ese momento cuando me respingué y me di cuenta de la suerte que tengo de ser español. Porque claro, uno, que está jubilado, que se encuentra en esta pandemia en la edad peligrosa, sería uno de los señalados por Scott, Scottinazi para los amigos. Así que estoy tan contento que no he pedido en el Spotify el himno de la Legión para festejarlo porque tengo miedo de que mis vecinos piensen que este confinamiento me está afectando por la vía del delirio.

Luego, lo piensas un poco y ves que Scotti no está solo, que el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, ya había adelantado algo  parecido, lo mismo que ‘Anomalía Trump’. Incluso recordaréis, amigos, que entre los geniales pensamientos que tuvo hace un par de semanas el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson (siento su positivo, como el de cualquier otra persona) figuraba la de infectar a toda la población y hacer una selección natural: que murieran los que tuvieran que morir y listo, al día siguiente todos a tomar una pinta de cerveza al The Anchor o el té de las cinco con pastas al The Berkeley, los dos en Londres.

Si en el mundo del siglo XXI se está debatiendo cuánto cuesta una vida, igual hay que plantearse lo del “paren el mundo que me bajo”.

En fin, aquí seguimos recibiendo y repartiendo abrazos, besos, buenos deseos y echando de menos aquello que teníamos hace apenas dos semanas y que se llamaba libertad porque no había ninguna puerta cerrada que nos impidiera salir a la calle a respirar aire puro.

Todos a cuidarse. Ya habéis visto la última advertencia: ‘Dice la OMS que en el confinamiento se pueden engordar hasta tres kilos y si es un asturianu que está con su madre y su güela, diez’.

Ánimo

Esto lo vamos a sacar adelante entre todos. #YoMeQuedoEnCasa

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Sobre el autor

José María Urbano, periodista, exjefe de Redacción de La Voz de Avilés-El Comercio. Columnista de este periódico. Jubilado. Este es un blog especial con fecha de caducidad. Nace a modo de diario de un jubilado confinado en casa, como la mayoría, por culpa de la crisis sanitaria del coronavirus, con el único objetivo de compartir alguna reflexión, alguna información y algún enlace que nos ayude a todos a sobrellevar esto de la mejor forma posible. Sin más afán que ese, huyendo a ser posible de la política y de la sobreexcitación informativa. Vamos a intentar pasarlo lo mejor posible. Curiosamente, este blog desaparecerá el mismo día que se decrete el final del confinamiento. Ese día nos iremos todos a la calle a celebrarlo